Bienvenido, Mr. Feijóo

Zapatero es, probablemente, uno de los personajes más entrañables de la actual política española. Y el menos comprendido. Observado desde la lejanía interplanetaria uno no puede por menos que enternecerse viéndolo, ayer mismo, en su reunión con Feijóo, todo sonrisas, como un emoticón. Y allí, al verlo, ¿cómo evitar que entre tiernos pucheros se nos viniera a la mente evocaciones de nuestra niñez en technicolor? Nos recordaba Zapatero a una de esas personas que, como pilares ocultos, han forjado nuestra sociedad, uno de esos hombres que vestido de rey mago sentaba sobre sus rodillas a los niños para que le contaran qué regalos querían
-“A ver, Albertito, ¿y tú qué quieres?”
-“Yo quiero un tren eléctrico”, respondería Feijóo

-“¿un tren eléctrico”?

-“¡Sí!, de alta velocidad”.

-“Veremos qué se puede hacer. ¿Qué más?”

-“Hummm y un camión de bomberos, y un helicóptero y un monopoly, y que Manolito no me atice en el recreo y, y…”

-“Vale, vale. Ahora echa la carta con tus deseos por la ranura de este buzón…”,

buzón cuyo nombre real es excusado decir.
Pero esto, sin embargo, es solo la cara amable de la política. Baste imaginar que Zapatero, cada día, lo mismo recibe al rey de Tonga, que escucha los razonamientos (sic) de Chaves, que entrega a un niño repelente el primer premio del concurso “Qué es un brote verde para ti”. Y no acabaríamos de contar.
Es nuestra innata maldad la que hace que solo reparemos en si finalmente cumplirá o no aquello a que se comprometió con Feijóo, es decir, que pondrían por escrito aquello a que se comprometió con Feijóo. Pero olvidamos con frecuencia la dimensión humana del trabajo presidencial, pedimos muchos pero no perdonamos una. Como con los reyes magos, vemos el camello en el ojo ajeno pero no el paje, real, en el nuestro.