Los fumadores han sido tocados por el dedo, corazón, del destino. No por capricho de los devenires del Parnaso, sino porque ellos quisieron ponerse debajo. Pero es ahora, cuando la patria más los necesita, que ellos sacan pecho cascado y como una sola tos acuden al rescate de país y paisanos, así, renqueando, en un medio ahogo, resoplando pero siempre valientes. Su contribución a la causa no será solo humo sino que quedará para la histeria, henchidos los pulmones de orgullo y carbonilla darán a la nación el aire que a ellos les falta. Como los grandes héroes no fueron voluntarios sino escogidos de entre el cenicero de la sociedad para esta misión casi suicida, una legión de dragones humeantes a los que se les ha pedido el postrer esfuerzo de sacar a la nación de la crisis con su dinero, el dinerillo de los fumadores, cuando el Gobierno se percató de que los brotes verdes de la economía eran los de una planta de tabaco. Acabáramos.
Serán ellos entonces esa última legión que se consumirá como una colilla cuando la crisis a punto está de meternos un puro, unos esforzados que a fuerza de bocanadas mantendrán esta tierra en pie, unos colosos anónimos que mantendrán encendida el chisqueiro de la esperanza para los demás, gigantes mal oxigenados que braman en esta tarea como en una noche de ronquidos y apneas.
Ya no habrá tosesitas desaprovadoras a su alrededor sino miradas de orgullo cuando saquen un cigarrillo, les darán fuego en lugar de broncas. Y uno, al verlos marchar así en formación, en columna pero de humo, no puede evitar pararse a pensar: brindemos por ellos, sí, brindemos pero rápido, que lo próximo que nos suban será el vino.
Serán ellos entonces esa última legión que se consumirá como una colilla cuando la crisis a punto está de meternos un puro, unos esforzados que a fuerza de bocanadas mantendrán esta tierra en pie, unos colosos anónimos que mantendrán encendida el chisqueiro de la esperanza para los demás, gigantes mal oxigenados que braman en esta tarea como en una noche de ronquidos y apneas.
Ya no habrá tosesitas desaprovadoras a su alrededor sino miradas de orgullo cuando saquen un cigarrillo, les darán fuego en lugar de broncas. Y uno, al verlos marchar así en formación, en columna pero de humo, no puede evitar pararse a pensar: brindemos por ellos, sí, brindemos pero rápido, que lo próximo que nos suban será el vino.
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