No lo decimos nosotros, sino María José Caride en una carta, elegía o artículo que publica hoy la edición gallega de El País (en realidad dice buen timonel, pero para el caso es lo mismo y así tiene más gracia. O no, claro).
Caride, tal vez la mejor conselleira de obras públicas del gobierno de Touriño, parafrasea a Feijóo afirmando que Touriño gobernó con dignidad, sí, y ella ahora se erige en su profeta. El lánguido y apacible verano que vivimos, como el vespertino cepillado de una negra melena, nos lleva a estas cosas cuando la arteria literaria bulle como un caldo en la lareira de las almas. Porque a nadie se le pueden escapar los logros de estos cuatro años, ahí quedan para la contemplación, y el elenco de cuanto se ha hecho es, para Caride, abrumador, concepto que se presta sin embargo a la malinterpretación.
Recordar a la conselleira siquiera en prensa es como evocar un soleado paisaje entre carballos y asfaltadoras, sus inauguraciones, la presentación de proyectos como auténticas fiestas de los sentidos menos comunes, romerías a la ermita del progreso, repique de campanas en el amanecer del avance social sobre los que ha vuelto a caer el negro, áspero y frío manto de la derecha. Porque sí, dice, únicamente la virulencia de la crisis y las malas artes de los conservadores han conseguido derrotar esa primavera de progreso que asomaba en Galicia como un tímido sol tras noches húmedas y encharcadas de lluvia. O eso, o el que el pueblo es estúpido. O las dos cosas posiblemente porque al decir de la firmante su gobierno consiguió que esa crisis no afectara a Galicia como lo hizo en el resto del país, pero qué sabrá el pueblo, como dijo aquel otro gran timonel, el chino.
El timonel, en fin. Lamentablemente esa frase pasará desapercibida pero es y será, probablemente, lo mejor que escuchemos este verano de matutanos en la playa, especialmente ahora que han convencido a Pajín para que cuente hasta seis millones antes de decir lo primero que se le pase por la cabeza.
Vuelve, María José, vuelve, que este gobierno será muy eficiente, austero o mentiroso, pero tiene el mayor de los defectos posibles: es soso de narices.
Caride, tal vez la mejor conselleira de obras públicas del gobierno de Touriño, parafrasea a Feijóo afirmando que Touriño gobernó con dignidad, sí, y ella ahora se erige en su profeta. El lánguido y apacible verano que vivimos, como el vespertino cepillado de una negra melena, nos lleva a estas cosas cuando la arteria literaria bulle como un caldo en la lareira de las almas. Porque a nadie se le pueden escapar los logros de estos cuatro años, ahí quedan para la contemplación, y el elenco de cuanto se ha hecho es, para Caride, abrumador, concepto que se presta sin embargo a la malinterpretación.
Recordar a la conselleira siquiera en prensa es como evocar un soleado paisaje entre carballos y asfaltadoras, sus inauguraciones, la presentación de proyectos como auténticas fiestas de los sentidos menos comunes, romerías a la ermita del progreso, repique de campanas en el amanecer del avance social sobre los que ha vuelto a caer el negro, áspero y frío manto de la derecha. Porque sí, dice, únicamente la virulencia de la crisis y las malas artes de los conservadores han conseguido derrotar esa primavera de progreso que asomaba en Galicia como un tímido sol tras noches húmedas y encharcadas de lluvia. O eso, o el que el pueblo es estúpido. O las dos cosas posiblemente porque al decir de la firmante su gobierno consiguió que esa crisis no afectara a Galicia como lo hizo en el resto del país, pero qué sabrá el pueblo, como dijo aquel otro gran timonel, el chino.
El timonel, en fin. Lamentablemente esa frase pasará desapercibida pero es y será, probablemente, lo mejor que escuchemos este verano de matutanos en la playa, especialmente ahora que han convencido a Pajín para que cuente hasta seis millones antes de decir lo primero que se le pase por la cabeza.
Vuelve, María José, vuelve, que este gobierno será muy eficiente, austero o mentiroso, pero tiene el mayor de los defectos posibles: es soso de narices.
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