Donde una puerta se cierra, dice el dicho, otra se abre salvo que sea corredera y en el Ensanche de Santiago. Será la crisis pero de un tiempo a esta parte ese Ensanche va pareciéndose al decorado de una ciudad fantasma, una especie de cementerio con locales vacíos donde las lápidas son carteles de venta o alquiler, y hasta allá vamos los dolientes a recordar qué buenos eran esos establecimientos.
Ese recuerdo a los difuntos, cuando llegan estos días grises, marca la salud emocional de una sociedad, fechas en las que, como aquel Don Juan, se coquetea con la muerte que nos recuerda lo efímero de nuestra existencia, que al que tanto avisa podremos decirle que es un pesado, pero no un traidor. De nuevo volverán a contarnos lo caras que están las flores, las masivas afluencias a los cementerios y mil y una excentricidad funeraria más, como esa de convertir las cenizas del finado en un diamante, brillante pero se pasan. Resulta incómodo el recuerdo de la muerte y tal vez por eso se pretende echar tierra encima a esa realidad atrayendo costumbres foráneas que nos distraigan, por más que a partir de cierta edad visitemos los cementerios como quien visita un piso piloto. Vivimos sin querer saber que sabemos que moriremos, pero del nicho al hecho, no hay tanto trecho.
Ese recuerdo a los difuntos, cuando llegan estos días grises, marca la salud emocional de una sociedad, fechas en las que, como aquel Don Juan, se coquetea con la muerte que nos recuerda lo efímero de nuestra existencia, que al que tanto avisa podremos decirle que es un pesado, pero no un traidor. De nuevo volverán a contarnos lo caras que están las flores, las masivas afluencias a los cementerios y mil y una excentricidad funeraria más, como esa de convertir las cenizas del finado en un diamante, brillante pero se pasan. Resulta incómodo el recuerdo de la muerte y tal vez por eso se pretende echar tierra encima a esa realidad atrayendo costumbres foráneas que nos distraigan, por más que a partir de cierta edad visitemos los cementerios como quien visita un piso piloto. Vivimos sin querer saber que sabemos que moriremos, pero del nicho al hecho, no hay tanto trecho.
Publicado en SANTIAGOSIETE el 30 de Octubre de 2009
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