Por Ana Ulla
Del mismo modo que existen algunos
premios a los que uno “opta” por el simple hecho de inscribirse en ellos,
sabiendo que “algo” pillará en cualquiera de sus categorías pues para eso se
gasta sus buenos cuartos en la inscripción, existen otros en los que el pago es
el mismo premio cuando no se compra como en aquellos, sino que se vende. Es lo
que parece ocurrir en el Concello de Santiago, donde la epidemia por
convertirse en servidor de lo público adquiere tintes patológicos,
escalofriantes, en lo que todo vale para, si no conseguirlo, evitar al menos que
lo hagan otros. Así nos lo cuenta hoy, a su estilo, El Correo Gallego, al
recordarnos que en el Pp compostelano hay división, un enfrentamiento intestino
y grueso, diseccionando quiénes van con unos, quiénes con otros, por libre o a
verlas venir, todo ello a cuento de la Pokémon y sus salpicaduras en Rebeca
ajena. Pues muy bien, pero en su imprescindible crónica olvidan responder a las
dos cuestiones que, de verdad, interesan a los compostelanos:
Primera, por qué están divididos
(de verdad).
Segunda, y fundamental, qué nos
importa todo eso a los ciudadanos con la de problemas que hay.
Porque si bien el hecho es
noticia y debe contarse, darle tintes melodramáticos como se pretende es pasar en
este asunto de la modorra a lo soporífero en algo que, por repetido, más se
asemeja a un gallinero del morbo de Telecinco que a información seria, jugosas
cuestiones económicas aparte, sin olvidar el affaire de la cadena amarilla con
sus anunciantes en cuestiones de morbo cuando primó el interés empresarial al
general.
Lo único cierto si hacemos
memoria es que los ahora divididos según El Correo, ya lo estaban antes y
seguirán estándolo mañana, con alcaldía o sin ella, en la oposición en la
taberna, igual los que se fueron que los que vendrán, igual en este partido que
en el otro, es lo que nos ha tocado vivir. Por eso, si ha de informarse, que se
haga, pero que no nos cansen con tonterías sobre acusicas y matones. Todos son,
fueron y serán la misma cosa. Los que arden, los que echan la gasolina y el
dueño de la gasolinera. Esos son problemas, pero no son los nuestros, aquellos
que sí importan y de los que, por estas “bombas informativas”, no se informan
con rigor.
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