Yo fui una de las “movilizadas”, allá por el dos mil ocho
para evitar, “a toda costa”, que Gerardo Conde Roa se hiciera con el poder en el
partido en Santiago. No me arrepiento de mi postura contraria a él de entonces,
pero sí de haber sido engañada y manipulada burdamente por quienes nos movilizaron, como tant@s, con
ciertas “promesas” en lo que ahora se recuerda como una de las maniobras políticas
más vergonzosas de la democracia en Santiago. Todos aquí sabemos a quienes y a
qué nos referimos. Pero no pasó nada.
Hoy no puedo ocultar la vergüenza que me produce asistir al
espectáculo de parte de mi partido, de “aquellos”
de entonces que, desde la deslealtad, olvidando sus principios y la más elemental
moral y ética, vuelven a la carga por el poder, el que consideran legítimamente
suyo a fuerza de repetírselo quienes esperan sacar tajada de él. Es cierto que
nadie esperaba nuestra victoria en las pasadas municipales, piedra de toque
para poner fin a la era de Conde Roa, por lo que no hubo más remedio, entre
quienes me incluyo, de apelar al paso del tiempo en pos de una nueva y renovada
dirección que se nos antojaba lejana. La caída del alcalde de la manera de
todos conocida, para qué engañarnos, no pilló a nadie de improviso, pero sí sus
consecuencias. Recuerdo con sonrojo que muchos se quitaron la careta y en
público mostraron y animaban a mostrar sus ansias públicas de venganza, casi
siempre personal, en uno de los episodios más negros de nuestra historia como
agrupación local. Pero tampoco esta vez pasó nada.
Llegó, en fin, Ángel Currás y con él una nueva dosis de
incertidumbre de la que aún no nos hemos recuperado, y con él la Operación
Pokémon de la que es posible esperar cualquier cosa. Y hasta aquí llegan los
hechos.
Hoy, en nuestro partido, solo hay miedo. “Aquellos” que en
su día batallaron contra Conde Roa se sienten renacidos, lo vemos aquí cada
día, pero sabiendo que solo es posible engañarnos una vez, sus posibilidades
pasan únicamente por dos opciones: el buen o mal fin de la Pokémon, y el miedo
al que antes me refería, creando en las siempre pusilánimes bases del partido
la creencia de que “todo esto se viene abajo” y al que coja en el lugar
inadecuado se le habrá acabado su vida política. El miedo, sí, que se traduce
en la búsqueda de divisiones y desconfianzas entre nosotros. Todo lo que huela
a cargo electo, se nos dice, desaparecerá. Es decir, todo el que haya sido
“algo” desde el dos mil ocho hasta hoy solo le queda pasarse a los “nuestros” o
fenecerá...
¿Todos? Sabemos que no, que hay un grupo, con el que no comulgo,
que parece mantenerse firme en esta nuestra tormenta, un grupo más numeroso de
lo que parece pero silencioso, posiblemente más mayoritario que el que está
agitando la división, real pero inocua, entre nosotros. ¿Acaso no sabemos
quiénes filtran las informaciones que luego aparecen en prensa o, directamente,
la redactan? ¿O quiénes, a su antojo e interés, se atreven desde nuestra sede a
etiquetarnos por grupos, agruparnos en torno a tal o cual de los pesos pesados
pensando únicamente en alcanzar ese poder a través de la división? Pero tampoco
esta vez pasa nada.
Todos sabemos quiénes lo hacen y para qué, qué les mueve a
promover a esa división y cuáles son sus fines últimos. Aquí todos los
sabemos…y callamos porque un día, no muy lejano, se harán al fin con ese poder
que desean como enfermos. Solo tienen que esperar, es cuestión de tiempo se
dice, de minar su propio partido, utilizar como marionetas a recién llegad@s
aprovechándose de caracteres volubles y deslumbramientos (como en el dos mil
ocho), y todo bajo la amenaza (otra vez el miedo) de que esto se acaba y solo ellos
son el futuro. A mi misma ya se me ha preguntado con quién estoy, y se ríen en
mi cara cuando respondo “con la ciudad y el partido”. Claro, yo no tengo
negocios ni nada que perder. Conseguirán acabar con todos y en ese aparente
caos solo quedarán ellos…los causante del caos, precisamente. Pero tampoco esa
vez pasará nada.
¿A quién poder dirigirnos para denunciar a quienes
traicionan a su propio partido? ¡A nadie!, al partido en Galicia solo le
interesa la paz, que pase cualquier cosa pero que nadie alce la voz, véase el
caso Baltar o el del propio Conde Roa, o de cuanto aquí estoy contando.
Así estamos en Santiago. Mañana “aquéllos” tendrán el poder.
La ciudadanía debe saber que ya no estará en manos de personas bufas, torpes o
malas gestoras. No, estará en manos de personas a las que solo les importan
ellos mismos y sus negocios. ¡Nada más! Ni siquiera, tan cerca lo sienten, se
esfuerzan en ocultar sus intenciones. Nosotros lo sabemos, todos lo sabemos en
el partido, pero la posibilidad de tener una parte de ese pastel es demasiado
tentadora, y “aquellos” lo saben. Para entonces nuestro partido, aquel al que
nos unimos hace tantos años, habrá dejado ser un medio con el que conformar la
sociedad para convertirse en un negocio.
* Enviada a nuestra dirección y que, por deseo expreso de la remitente , no se menciona su identidad.
1 comentario:
Los Cívicos volverán a fracasar. Por el bien de Santiago, confianza y unidad.
Publicar un comentario