lunes, 22 de abril de 2013

Viviendas vacías en Santiago, diez años de gestión urbanística ejemplar (o no)



Por Ana Ulla

Una popular y agradecidísima emisora compostelana de radio local, célebre por sus desinteresadas recomendaciones literarias, comentaba días pasados los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística: en Santiago creció un 35% el número de viviendas vacías durante la última década. ¡Tremendo!... sí, pero ¿por qué?
La acendrada costumbre en Santiago de copiar y pegar lleva a estas cosas, que el dar la opinión nunca se da para no molestar. Por eso se deja de lado el hecho de que los datos son de hace dos años y abarcaría un período que arranca en 2001, lo que obligaría, siendo realistas, a ponernos en situación política antes de plantear las siguientes cuestiones:
-¿Qué son pisos vacíos…hoy? Hasta hace dos años no se perseguía fiscalmente el alquiler ni se cruzaban datos de consumo para verificar o no la ocupación, realidad esta que en el caso de la universitaria Compostela tiene a efectos estadísticos un calado difícil de abarcar.
-Los pisos siempre son de alguien y cada cual asume las consecuencias, buenas o malas, de no tenerlo ocupado o de alquilarlo irregularmente.
-Preguntarnos si es lo mismo una vivienda vacía de nueva construcción en zona de nueva urbanización o un buhío en el centro histórico.

Así las cosas no se le escapa a nadie que los titulares empleados para dar lustre a la noticia responden a dos cuestiones principales, la primera de ellas como globo sonda de una hipotética carga municipal añadida sobre esos pisos, y la segunda el ilustrar dramáticamente otra realidad más periodística si cabe, los desahucios, esos que tantos y tan buenos resultados proporcionan a los medios de comunicación si son bien administrados.
Y si se quiere, dando una vuelta más de tuerca al asunto, poder llegar a la siguiente conclusión: que mientras hay familias compostelanas que están siendo desahuciadas, aumenta el número de pisos vacíos, subliminalmente entendido a día de hoy, y el Concello no hace nada convirtiéndose por omisión en cómplice de esa situación. Retorcido argumento, es cierto, pero que ya se ha podido escuchar.

Al hilo de este hecho merece la pena hacer una última reflexión. Los datos estadísticos, como se ha dicho, abarcan hasta 2011, por lo que conviene recordar el panorama político imperante antes de esa fecha. Y es que hasta ese año y al menos diez de los que le precedieron, funcionaba en Santiago una más que próspera entidad municipal, Emuvissa, encargada de la gestión y el desarrollo urbanístico de la ciudad, era en esencia quien tenía la última palabra en materia de construcción. Dicho lo anterior, ¿hasta qué punto falló la previsión de Emuvissa en sus tareas de ordenación constructora, con el resultado de casi veinte mil viviendas vacías? ¿Construyó siguiendo algún plan de ordenación demográfico o simplemente dejó provechosamente hacer? ¿Cuántas de las viviendas actualmente vacías fueron levantadas al socaire de la política urbanística municipal, por acción u omisión, en lo que todavía se presenta hoy como modelo de ordenación urbana?

El resultado: hasta 2011, diez millones de euros de beneficio municipal en el negocio de la vivienda, y veinte mil pisos vacíos.
Saque usted las conclusiones. Si quiere.


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