Por Ana Ulla
Una popular y agradecidísima emisora compostelana de radio
local, célebre por sus desinteresadas recomendaciones literarias, comentaba
días pasados los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de
Estadística: en Santiago creció un 35% el número de viviendas vacías durante la
última década. ¡Tremendo!... sí, pero ¿por qué?
La acendrada costumbre en Santiago de copiar y pegar lleva a
estas cosas, que el dar la opinión nunca se da para no molestar. Por eso se
deja de lado el hecho de que los datos son de hace dos años y abarcaría un
período que arranca en 2001, lo que obligaría, siendo realistas, a ponernos en
situación política antes de plantear las siguientes cuestiones:
-¿Qué son pisos vacíos…hoy? Hasta hace dos años no se
perseguía fiscalmente el alquiler ni se cruzaban datos de consumo para
verificar o no la ocupación, realidad esta que en el caso de la universitaria
Compostela tiene a efectos estadísticos un calado difícil de abarcar.
-Los pisos siempre son de alguien y cada cual asume las
consecuencias, buenas o malas, de no tenerlo ocupado o de alquilarlo
irregularmente.
-Preguntarnos si es lo mismo una vivienda vacía de nueva
construcción en zona de nueva urbanización o un buhío en el centro histórico.
Así las cosas no se le escapa a nadie que los titulares
empleados para dar lustre a la noticia responden a dos cuestiones principales,
la primera de ellas como globo sonda de una hipotética carga municipal añadida
sobre esos pisos, y la segunda el ilustrar dramáticamente otra realidad más
periodística si cabe, los desahucios, esos que tantos y tan buenos resultados
proporcionan a los medios de comunicación si son bien administrados.
Y si se quiere, dando una vuelta más de tuerca al asunto, poder
llegar a la siguiente conclusión: que mientras hay familias compostelanas que
están siendo desahuciadas, aumenta el número de pisos vacíos, subliminalmente
entendido a día de hoy, y el Concello no hace nada convirtiéndose por omisión
en cómplice de esa situación. Retorcido argumento, es cierto, pero que ya se ha
podido escuchar.
Al hilo de este hecho merece la pena hacer una última
reflexión. Los datos estadísticos, como se ha dicho, abarcan hasta 2011, por lo
que conviene recordar el panorama político imperante antes de esa fecha. Y es
que hasta ese año y al menos diez de los que le precedieron, funcionaba en
Santiago una más que próspera entidad municipal, Emuvissa, encargada de la
gestión y el desarrollo urbanístico de la ciudad, era en esencia quien tenía la
última palabra en materia de construcción. Dicho lo anterior, ¿hasta qué punto
falló la previsión de Emuvissa en sus tareas de ordenación constructora, con el
resultado de casi veinte mil viviendas vacías? ¿Construyó siguiendo algún plan
de ordenación demográfico o simplemente dejó provechosamente hacer? ¿Cuántas de
las viviendas actualmente vacías fueron levantadas al socaire de la política
urbanística municipal, por acción u omisión, en lo que todavía se presenta hoy
como modelo de ordenación urbana?
El resultado: hasta 2011, diez millones de euros de
beneficio municipal en el negocio de la vivienda, y veinte mil pisos vacíos.
Saque usted las conclusiones. Si quiere.
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