Por Ana Ulla
El “Alcalde del Amor”, aunque parezca el título de un
librico de Corín Tellado, es en realidad como se ha etiquetado a sí mismo en
Twitter nuestro Martiño Noriega, alcalde de Santiago. Está claro que la
cursilería, como las hemorroides, son de esas cosas que mejor se quedan para la
intimidad. No por ser algo malo, sino básicamente por pudor hacia los demás. Por
eso, ¿quién iba a imaginar que los célebres cien días de gracia del nuevo gobierno
iban a ser, en el caso de Compostela, cien días de tantísima gracia? O de risa,
para qué engañarnos.
Primero llegó el pan, y luego el circo, el circo de ese pan
que son las dedicaciones exclusivas, y un ahorro millonario a cambio de lograr,
código ético por medio, que nueve de los diez concejales del ‘podemos
santiagués’, vivan al menos cuatro años a costa del erario público. Y nada mal,
por cierto, que la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo, que en los
supermercados son más del código de barras que del ético. Y luego el circo con
las Festas do Apóstolo que van a ser, un año más, las más participativas de la
historia, muletilla con corolario que ya adelantamos a su final como un éxito
rotundo, como cada año que son las mejores de la historia. Toda una perorata en
plató de plató de postre para enterarnos, al acabar, que en realidad las fiestas
ya estaban montadas y organizadas por el anterior gobierno de la mano mustia de
María Antón. Eso sí, ahora descentralizadas, abiertas y de balde. Y raro es que
ya puestos no sean también transversales, peripatéticas, cosmopolitas,
vecinales, renacentistas o lo que se quiera, que hablar sí que es de balde.
Y allá en su frente, como el Estambul de aquel romance, pues
de romances hablamos, nuestro Amado Líder, el alcalde interino de Santiago
mientras le llega su epifanía. Hasta dos veces le escuchamos decir que la política
era como el amor, pero nunca imaginamos hasta qué punto el amor podía ser
también como la política (la actividad, se entiende). Y es que corre la
impresión callejera de que Noriega, en sus entrevistas y ruedas de prensa, pareciera
que coquetea con la plumilla de turno, información que no hemos podido
corroborar pero que dice mucho en su favor. O no, que tampoco es un Adán como
para andar mordisqueando tanta manzana. Pero la cima, el culmen, cumio, la cresta,
la copa, lo más alto ha sido cuando, en Twitter y a propósito de su papel como
oficiante en las bodas que se celebran en el Concello, él mismo, sí, Noriega,
se autoetiquetaba en un hashtag como #alcaldedoamor. Así, con dos tales.
Todos esperando una marea gallega, y esta ha llegado cargada
de testosterona, que la obsesión del Amado Líder por las cosas del corazón nos tienen
al borde del infarto de suocardio con tanto batido de fresa y frasecicas de
anamoradillos de primero de la ‘eso’. ¡Ay, alcalde del amor!, ¿añorando los wodstocks
de Teo con sus druidas casamenteros? Noriega acabará logrando que nos olvidemos
de Conde Roa. Si es que antes no se les rompe el amor de tanto usarnos.
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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