Por Raquel Martínez
Tal y como se preveía (informa Compostela en la Onda), Conde Roa ha sido imputado en la causa que se sigue contra él por presunto fraude fiscal. Ansiosos esperamos la pronta salida de Conde Roa de la alcaldía. Porque sí, porque hay cosas que no pueden seguir siendo, y punto. Digan lo que digan los tribunales.
Pero lo vivido en Santiago en los últimos días ha generado tal preocupación en la ciudadanía que la ha sumido en el estupor y la congoja. Nos referimos, claro está, pues todos nos conocemos en este pueblo, a quienes han hecho de una cuestión política un asunto personal con métodos inquisitoriales que no se veían desde el franquismo, adobadas con tintes telecinqueros de verdulera hortera y siguiendo prácticas estalinistas de anulación personal que retratan, sin adornos institucionales o empresariales, a sus autores. A pesar de todo, estrafalarias situaciones como las vividas en Santiago a propósito de este caso tienen, para quien las quiera entender, una lectura interesante.
Está siendo la hora del resentimiento, esa en la que al caer quien manda, primero doblando la rodilla una vez abatido y finalmente destripado, las hordas de la turba se lanzan sobre el cuerpo para despedazarlo. El asunto de Conde Roa es paradigmático en este caso. Sinceramente ignoramos el motivo, pero lo cierto es que pocos personajes han generado más enemigos personales que el regidor si sumamos a quienes nunca le perdonarán haber ganado unas elecciones en las que ya se relamían con su derrota y posterior defenestración, pasando por la más fiel oposición y, finalmente, a quienes siempre están ahí dispuestos a hacer algo para que otro se lo aplauda y mañana se lo reconozca.
Lo vivido en Santiago en estos días, sencillamente, da miedo. Ese expediente a modo de trofeo periodístico que alterna la información mercantil con la personal, la económica con la íntima, y que ha pasado de mano en mano deslizándose sin rubor a unos medios de comunicación deseosos de hacer méritos, demostrar fidelidades, regodearse en la venganza o necesitados de conseguir un anuncio más en un futuro no muy lejano, ese expediente callejero que se ha llenado con rumores, ciertos o no pues poco importa en casos como este, sobre su faceta privada que ha rebosado de vida las redes sociales, es la antítesis de las reglas del juego democrático. Y sin embargo, partidos y partidarios de sí mismos lo han permitido y lo han dejado hacer ahora cuando, enjaulada la bestia, ven que es llegado el momento de abalanzarse sobre ella como las ratas, como bandadas de cuervos que en nombre de la ética y el bochorno se quitan la máscara descubriéndose cómo son en realidad cuando sacan a pasear sus instintos. El caso de Conde Roa ha provocado cierta sensación de espanto en una ciudad tan pequeña como Santiago por lo que de caza al hombre está teniendo, capaz de aunar a personajes de diferentes ideologías (sic), miras empresariales y neuras personales que solo tienen un interés: el suyo propio. No se trata de hacer caer a un político que tal vez, o posiblemente, lo merezca, sino de destriparlo públicamente como persona justamente por quienes siempre han criticado esta práctica, cuando son quienes ponen en solfa su actividad empresarial aquellos que tal vez más debieran callar, y quienes cuestionan su vida privada son tal vez aquellos que mejor estarían de perfil porque expedientes como el suyo cada cual tiene uno que saldrá a la luz si las cosas se le tuercen por obra y milagro de aquellos con quienes ahora comparte festín. La pela, como dijo el otro, es la pela.
Celebraremos, pues, la marcha de Conde Roa porque sí. Pero quedaremos con el miedo y la tristeza en el cuerpo cuando quienes están participando de esta jauría en nombre de la democracia y su regeneración han demostrado con quien no puede tenerse ya en pie, de lo que son capaces. Quienes así están actuando son los mismos que mañana nos gobernarán. Y seguirán dando lecciones. A los demás, claro. ¿Por el bien de Santiago? Y una mierda (sin perdón)
2 comentarios:
Dimisión ya, junto con todos los lameculos que le han estado palmeado las gracietas todos estos años.
Espero con impaciencia tu comentario "de llevar la contraria" aunque no pienses así, querido Reverte.
Atentamente:
Rebeca
Usted es muy libre de escoger, con perdón, a los lameculos que prefiera, ya sean estos, los que fueron o los que vendrán, y aplaudir las gracietas de más le gusten. Pero que estén unos u otros es cosa que a los ciudadanos no nos incumbe, esa guerra no es la nuestra. Por lo demás, no se trata de "llevar la contraria", es simplemente que escribimos sin necesidad de agradar a nadie porque paga para eso. Atentamente, R.M.
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