Hay noches en que la luna parece llena, pero no. Da la
impresión, tiene apariencia, pero aún le falta un poco o acaba de decrecer un
algo, imperceptible, inapreciable, pero que le falta. O está completa o no hay
luna llena, aunque lo parezca. Igual ocurre con la libertad, a la que se le
puede ir royendo poco, que no se note, o añadirle elementos extraños, pero o es
completa o no puede hablarse de libertad. Aunque lo parezca, aunque tratemos de
convencernos. O es plena, o no es. Solo su caricatura.
Algo parecido ha ocurrido en Coruña, donde de facto se van a
prohibir los toros. Y sorprende que nadie haya protestado, no por los toros,
sino por tratarse de una prohibición. No importa que nos prohíban cosas, sino
según qué cosas es admitir que nuestra libertad, y por tanto la de los demás, es
un concepto acomodaticio y cambiante.
Desde ayer Coruña es un poco menos libre, y hay quien se felicita por
ello. Parece que hay libertad, pero una prohibición, aunque sea para matar
toros, es un menoscabo. Como los cuerpos en la naturaleza, el espacio que ocupa
uno no puede serlo por el otro al mismo tiempo y en el mismo lugar. Así la
libertad, donde hay una prohibición es porque ocupa un lugar que antes ocupaba
la libertad.
Hasta ahora había quien se preguntaba por la razón de ser de
los toros en Coruña, su absurdo o no, había discusiones sobre el asunto. Pero cuando
se prohíbe se prohíben igualmente las discusiones y los contrastes. Podría
reflexionarse sobre la misma existencia de las corridas, pero al prohibirse se prohíbe
también la reflexión. Podría argumentarse a favor o en contra, esgrimir razones
científicas o artísticas. Pero al prohibirse se prohíben también las discusiones
sobre ciencia, arte y hasta la mera argumentación. Podría sencillamente gustar
o no, provocar delirios de éxtasis o la repulsión hasta el asco. Pero al
prohibirse se prohíbe el gusto y el rechazo. Podría decirse que en los toros puede
haber verdad o mentira, pero al prohibirse se prohíbe el decir.
Hasta ahora la tauromaquia era objeto de discusión y
controversia. Hoy se ha prohibido que haya discusión. Se ha prohibido la
reflexión, el encuentro y el encontronazo, la decisión sobre ética o estética,
el estudio. Hasta ahora podíamos decidir si estábamos a favor o contra, ahora
se ha prohibido que podamos decidir. Hoy hay un poco menos de libertad.
Suele escucharse a los taurinos decir que los toros acabarán
por culpa de los malos toreros y las ganaderías tramposas. Hoy Coruña es algo
más siniestra y nadie ha protestado. No por los toros, sino porque la
prohibición se ha instalado en ella.
“Luego vinieron a por
los toros, pero como a mí no me gustan los toros, no me preocupé”
Lupe Castiñeiras: lampreasyboquerones@gmail.com
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