martes, 14 de julio de 2015

A Coruña, un poco más siniestra


Por Lupe Castiñeiras

Hay noches en que la luna parece llena, pero no. Da la impresión, tiene apariencia, pero aún le falta un poco o acaba de decrecer un algo, imperceptible, inapreciable, pero que le falta. O está completa o no hay luna llena, aunque lo parezca. Igual ocurre con la libertad, a la que se le puede ir royendo poco, que no se note, o añadirle elementos extraños, pero o es completa o no puede hablarse de libertad. Aunque lo parezca, aunque tratemos de convencernos. O es plena, o no es. Solo su caricatura.

Algo parecido ha ocurrido en Coruña, donde de facto se van a prohibir los toros. Y sorprende que nadie haya protestado, no por los toros, sino por tratarse de una prohibición. No importa que nos prohíban cosas, sino según qué cosas es admitir que nuestra libertad, y por tanto la de los demás, es un concepto acomodaticio y cambiante.  Desde ayer Coruña es un poco menos libre, y hay quien se felicita por ello. Parece que hay libertad, pero una prohibición, aunque sea para matar toros, es un menoscabo. Como los cuerpos en la naturaleza, el espacio que ocupa uno no puede serlo por el otro al mismo tiempo y en el mismo lugar. Así la libertad, donde hay una prohibición es porque ocupa un lugar que antes ocupaba la libertad.

Hasta ahora había quien se preguntaba por la razón de ser de los toros en Coruña, su absurdo o no, había discusiones sobre el asunto. Pero cuando se prohíbe se prohíben igualmente las discusiones y los contrastes. Podría reflexionarse sobre la misma existencia de las corridas, pero al prohibirse se prohíbe también la reflexión. Podría argumentarse a favor o en contra, esgrimir razones científicas o artísticas. Pero al prohibirse se prohíben también las discusiones sobre ciencia, arte y hasta la mera argumentación. Podría sencillamente gustar o no, provocar delirios de éxtasis o la repulsión hasta el asco. Pero al prohibirse se prohíbe el gusto y el rechazo. Podría decirse que en los toros puede haber verdad o mentira, pero al prohibirse se prohíbe el decir.

Hasta ahora la tauromaquia era objeto de discusión y controversia. Hoy se ha prohibido que haya discusión. Se ha prohibido la reflexión, el encuentro y el encontronazo, la decisión sobre ética o estética, el estudio. Hasta ahora podíamos decidir si estábamos a favor o contra, ahora se ha prohibido que podamos decidir. Hoy hay un poco menos de libertad.

Suele escucharse a los taurinos decir que los toros acabarán por culpa de los malos toreros y las ganaderías tramposas. Hoy Coruña es algo más siniestra y nadie ha protestado. No por los toros, sino porque la prohibición se ha instalado en ella.

 “Luego vinieron a por los toros, pero como a mí no me gustan los toros, no me preocupé”

Lupe Castiñeiras: lampreasyboquerones@gmail.com



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