SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA
(POR VACACIONES)
En años de memoria histérica podríamos pensar qué sería Santiago sin Santiago, esto es, Compostela sin el Apóstol. Recuerden, fue más o menos en la noche de los tiempos cuando llegó a estas tierras un hombrecillo hablando en arameo pero que sabía latín, decía ser primo hermano del Todopoderoso y que venía de su parte a traernos la fe. Tuvo que marchar cabizbajo para volver tiempo después con la cabeza en una bolsa de mano sin facturar. Esta historia la conocemos más o menos todos, pero la olvidamos con demasiada frecuencia. Porque sin Apóstol, Compostela sería hoy posiblemente un huerto de rábanos a la espera de recalificación, el Camino una autopista de peaje, la Catedral una droguería, la capital de Galicia estaría en Esaciudadqueustedimagina y, oído con esto, no tendríamos a Cristina Pato. La Universidad sería un establo y el Maestro Mateo andaría haciendo castillitos con mondadientes. Así es la Historia, caprichosa como una mujer bonita.
También podríamos pensar que el sepulcro del Apóstol haya podido ser una losa para Galicia, que sin él seríamos el motor de Europa y Compostela la Nueva York contemporánea. Podría ser, pero mejor miremos a nuestro alrededor y seamos serios al bromear.
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No hay que extrañarse de que la Casa Real venga a Santiago para la Ofrenda al Apóstol. Bien mirado, lo extraño sería que fueran a hacerla a Helsinki. O que quien viniera fuera el sultán de Brunei en su cochecito. Desde luego es preferible renegar de la Historia que reinventarla, y lo cierto es que ésta ha colocado a hombres pequeños y con vértigo en altos cargos. Hay quien dice que al final no irá por principios a la Ofrenda. Faltaría más. Pero seguramente en la intimidad agradezcan al santo y a la Historia estar donde están y piensen que sin él estarían a estas horas echando el curriculum en casa de Amancio. En el fondo no irán a la Ofrenda por timidez o por esa molesta modestia que tienen ante las cámaras.
Vengan más fiestas para celebrar a Santiago, que lo de Serrat y Sabina ya es agua pasada, el único concierto en que en lugar de pagar para entrar se cobró para poder salir.
José María Sánchez Reverte
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