Publicado en SANTIAGOSIETE el 6 de Julio de 2007
Pasó casi un año y mucho ha llovido sobre quemado. El verano está a la vuelta de la encina y de nuevo planea sobre Galicia el miedo a convertirse en un gigantesco cenicero. Un año desde que veíamos arder el Pedroso a velocidad de Pedrosa. Un año desde aquella mano negra, de las trama incendiarias, de los complots piromanourbanísticos y de toda esa humareda. Un año, en fin, malgastado más en autobombo que en motobombas.
Entonces resultaron extrañas las manifestaciones, una vez mais, de miles de personas que en lugar de estar sofocando incendios avivaban las llamas de no se sabe qué rencillas sin prestigio. Hace unos días la Fiscalía del Tribunal Superior de Xusticia de Galicia negaba esa famosa trama y reducía la intencionalidad calcinante a casi la mitad. No había otra mano negra que la de los bomberos quemados. Y de aquel cuerpo supermegaespecializadísimo que mandaron desde Madrid para atrapar a los culpables en horas, nunca más se supo.
Como si fuera un banco el presidente Touriño anunció una batería, pero de medidas, para luchar contra los incendios. Por de pronto, el Ejército se ha echado al monte, esperemos que cuando lleguen las llamas no abran fuego.
……
No creemos que sea cierto que el borrador de la ley de prevención de incendios comenzara diciendo “Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva…”. Fue una lástima que los incendios tomaran al Gobierno de la Xunta de vacaciones, porque si llegan a cogerles trabajando no habríamos llegado a tanto y el pasto de las llamas aún sería pasto del ganado. Nos piden que no creemos crispación ni alarma social con el tema, pero eso huele a chamusquina. Como cuando solo se considera incendio a partir de tantas hectáreas, como si fuera un churrasco más o menos hecho.
El temor continúa y los pirómanos nos tienen sobre ascuas. Ignoramos si el monte está desbrozado o los bomberos y voluntarios habrán aprendido por fin a apuntar con la manguera en gallego. Era más importante entender la lengua de Rosalía que la lengua de fuego. Será mejor confiar en la madre Naturaleza, a veces madrastra, que en quienes intentan vendernos humo, porque juegan con fuego.
José María Sánchez Reverte
Pasó casi un año y mucho ha llovido sobre quemado. El verano está a la vuelta de la encina y de nuevo planea sobre Galicia el miedo a convertirse en un gigantesco cenicero. Un año desde que veíamos arder el Pedroso a velocidad de Pedrosa. Un año desde aquella mano negra, de las trama incendiarias, de los complots piromanourbanísticos y de toda esa humareda. Un año, en fin, malgastado más en autobombo que en motobombas.
Entonces resultaron extrañas las manifestaciones, una vez mais, de miles de personas que en lugar de estar sofocando incendios avivaban las llamas de no se sabe qué rencillas sin prestigio. Hace unos días la Fiscalía del Tribunal Superior de Xusticia de Galicia negaba esa famosa trama y reducía la intencionalidad calcinante a casi la mitad. No había otra mano negra que la de los bomberos quemados. Y de aquel cuerpo supermegaespecializadísimo que mandaron desde Madrid para atrapar a los culpables en horas, nunca más se supo.
Como si fuera un banco el presidente Touriño anunció una batería, pero de medidas, para luchar contra los incendios. Por de pronto, el Ejército se ha echado al monte, esperemos que cuando lleguen las llamas no abran fuego.
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No creemos que sea cierto que el borrador de la ley de prevención de incendios comenzara diciendo “Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva…”. Fue una lástima que los incendios tomaran al Gobierno de la Xunta de vacaciones, porque si llegan a cogerles trabajando no habríamos llegado a tanto y el pasto de las llamas aún sería pasto del ganado. Nos piden que no creemos crispación ni alarma social con el tema, pero eso huele a chamusquina. Como cuando solo se considera incendio a partir de tantas hectáreas, como si fuera un churrasco más o menos hecho.
El temor continúa y los pirómanos nos tienen sobre ascuas. Ignoramos si el monte está desbrozado o los bomberos y voluntarios habrán aprendido por fin a apuntar con la manguera en gallego. Era más importante entender la lengua de Rosalía que la lengua de fuego. Será mejor confiar en la madre Naturaleza, a veces madrastra, que en quienes intentan vendernos humo, porque juegan con fuego.
José María Sánchez Reverte
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