DE CAL Y EL EURO DIARIO
Uno de los que no cobrarán los prometidos cuatrocientos euros zapateriles será el gigante David Cal. Al parecer, un malentendido administrativo, aquel entrañable “vuelva usted mañana” sustituido por un “haber venido ayer”, puede mandar al remero a galeras y para llegar a fin de mes tendrá que cambiar las medallas de oro por alguna de la Virgen si el patrocinio privado no lo remedia. No es fácil entender que se mantenga con el dinero público a lo que se viene en llamar deportistas de élite, pero al menos sí que debiera costearse el gasto de las fotografías que nos hacemos con ellos cuando vuelven exitosos de sus aventuras deportivas. Nos quedará el consuelo de saber que el dinero de Cal irá a parar a alguna que otra benemérita iniciativa que cuente con el respaldo de la Xunta, que suele estar en la luna con los cuartos menguantes. Como si reeditáramos el pasaje de un nuevo David frente al Goliat administrativo.
Puede, en efecto, que sea un problema de banderas, como denuncia su entrenador. Por eso está comprobado que los daltónicos suelen sufrir menos de nacionalismo agudo. Esperaremos a que el dinero de las sanciones que se anuncian por rotular los comercios en castellanos sirvan en el futuro para cuidar a estos deportistas que tantas alegrías dan y son un ejemplo para las juventudes. Incluidas las hitlerianas, ahora que por el Bloque no hay decisión firme de condenar el nazismo por causa de Palestina. Hay posturas que son propias de cámaras de gas. Flatulento.
De lo que no cabe duda es que el aguinaldo electoral ha calado en la sociedad. Para unos es una compra descarada de votos, y para otros no lo podemos saber porque prefieren no opinar. Sí llama la atención la cantidad concreta, que nos haría más rico en un euro y nueve céntimos cada día, aunque este año menos por ser bisiesto, que un euro al día bien aprovechado da para mucho si lo administramos con sabiduría. Y como las tonterías suelen ser muy democráticas, no olvidaremos que los cuatrocientos los recibiremos igual usted que yo que el señor Amancio Ortega, lo que se llama justicia distributiva elevada al cubo. De la basura.
José María Sánchez Reverte
Uno de los que no cobrarán los prometidos cuatrocientos euros zapateriles será el gigante David Cal. Al parecer, un malentendido administrativo, aquel entrañable “vuelva usted mañana” sustituido por un “haber venido ayer”, puede mandar al remero a galeras y para llegar a fin de mes tendrá que cambiar las medallas de oro por alguna de la Virgen si el patrocinio privado no lo remedia. No es fácil entender que se mantenga con el dinero público a lo que se viene en llamar deportistas de élite, pero al menos sí que debiera costearse el gasto de las fotografías que nos hacemos con ellos cuando vuelven exitosos de sus aventuras deportivas. Nos quedará el consuelo de saber que el dinero de Cal irá a parar a alguna que otra benemérita iniciativa que cuente con el respaldo de la Xunta, que suele estar en la luna con los cuartos menguantes. Como si reeditáramos el pasaje de un nuevo David frente al Goliat administrativo.
Puede, en efecto, que sea un problema de banderas, como denuncia su entrenador. Por eso está comprobado que los daltónicos suelen sufrir menos de nacionalismo agudo. Esperaremos a que el dinero de las sanciones que se anuncian por rotular los comercios en castellanos sirvan en el futuro para cuidar a estos deportistas que tantas alegrías dan y son un ejemplo para las juventudes. Incluidas las hitlerianas, ahora que por el Bloque no hay decisión firme de condenar el nazismo por causa de Palestina. Hay posturas que son propias de cámaras de gas. Flatulento.
De lo que no cabe duda es que el aguinaldo electoral ha calado en la sociedad. Para unos es una compra descarada de votos, y para otros no lo podemos saber porque prefieren no opinar. Sí llama la atención la cantidad concreta, que nos haría más rico en un euro y nueve céntimos cada día, aunque este año menos por ser bisiesto, que un euro al día bien aprovechado da para mucho si lo administramos con sabiduría. Y como las tonterías suelen ser muy democráticas, no olvidaremos que los cuatrocientos los recibiremos igual usted que yo que el señor Amancio Ortega, lo que se llama justicia distributiva elevada al cubo. De la basura.
José María Sánchez Reverte
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