Por Ana Ulla
Bien hacen los funcionarios municipales en defender sus
derechos, sus pagas extras, bien hacen y nosotros somos los segundos, tras
ellos, en animarles a seguir haciéndolo. Pero mal hacen los políticos en
olvidar que para el resto de mortales cualquiera de sus pagas, cuando llegan,
es extraordinaria. Mal hacen, que si quisieran saber qué piensa la ciudadanía de
la acérrima defensa que hacen del funcionariado, los únicos por los que de
verdad sacan las uñas hasta de los pies, se guardarían muy mucho de tratarlos
como lo que son para ellos, un tercio de votos en el granero electoral
compostelano, o en el ‘hórreo’, ya que estamos aquí.
Por ese motivo no es fácil comprender a qué vinieron las
palabras del alcalde Currás cuando pseudodenunció la sobreabundancia de
apellidos ilustres y de parentela con pedigrí en Raxoi cuando le acusaron de
asignar puestos de confianza a personas de confianza, de la suya se entiende. Que
se multipliquen los parientes en los órganos municipales no es un escándalo,
señor Currás, es algo que todos sabemos. Que si quería referirse a cómo llegaron
a esos puestos lo mejor sería que nos lo aclare usted que puede, si es que hay
algo que aclarar, y si no mejor cállese, que callado parece (un poco) menos
elocuente. Es esa capacidad que tiene el alcalde de conseguir cabrear a un
borrego con sus amagos de mal boxeador, que calla pero no dice. ¿Quiere decir
que están enchufados? Pues dígalo y no nos ande con milongas y merengues, que
ya bastante nos crispa con sus habituales ‘todo el mundo sabe cómo contrataba
Bernardino’ o ‘mejor no hablamos de los favores a los amigos del Bloque’. O
calle ahora, o guarde silencio para siempre. Es como el gordo dueño del balón
que cuando se enfada se lo lleva y se acabó el partido.
Pero hete aquí, señora, que la reacción de la bioposición,
por una vez, no se hizo esperar. Hablaron las supuestas aludidas para
entredecir, una que su larga trayectoria la avalaba, la otra que no se daba por
aludida y el tercero en concordia ni está pero se les esperaba, que no sabe ni
contesta, ni contesta porque sabe o todo, o nada, a la vez, sí, el del
puestecito a dedo índice y nacionalista de los de sacar pajas en ojos ajenos en
el Auditorio. ¿Excusas todas ellas de malos pagadores? Así dijo Rubén Cela que
el alcalde cuestionaba la eficacia y profesionalidad de los tales funcionarios,
pero una vez más trató de confundirnos con mentirijillas de taberna, como hizo,
y sigue haciendo, con lo de la persecución judicial. No, señor Cela, el alcalde
no cuestionó ni la eficacia ni la profesionalidad, sino la abundancia de
parientes y arrimados, que es cosa distinta y constatable. Esas fueron, por
desgracia, sus únicas afirmaciones, que lo del subconsciente traicionero es
cosa solo suya de usted, don Rubén.
Y en esas estábamos cuando la concelleira Sierra, Cecilia, y
su cara de no saber ni que los platos se rompen, habló de la ‘cosa nostra’ para
referirse a la política de personal de este gobierno municipal. Y mire usted
que aunque tiene la buena costumbre de hablar poco, siempre parecerá demasiado.
Lo hizo cuando lo peor de entreabrir las cajas de Pandoras no es levantar la tapa,
sino haber estado antes agitándola como una gaseosa. Malas palabras que
tuvieron su eco asonante y para las que no faltó un mal chiste siciliano,
chiste de preescolar, sí, o peor aún de El Intermedio, pero chiste al fin que
en estos casos se eleva a la categoría de argumento político, que es lo que
ocurre cuando se adolece de impotencia. Política, claro. E intelectual, por
supuesto. Pero eso, ¿a quién le importa cuando los partidos sirven, no para crear
ideales, sino hinchas?
Es lo que ciudadanía saca en claro, que Raxoi es una gran
familia ya lo sabíamos, como también que el gran error no es que haya un
familiar en un departamento, sino que el político que llega por su cara bonita,
o no tanto, se incorpore precisamente a ese mismo departamento y no a otros,
siquiera por estética, con la cantidad de concejalías que hay y que, por currículo,
cualquiera es válida para sus fines. ¡Hay que tener pocas Luzes!
Al final, en lo que parecía iba ser un escándalo de padre y
muy señor mío, la cosa no se salió de madre, apenas una escaramuza tipo gran
hermano entre unos tíos sin abuela en la que, como siempre, los ciudadanos volvimos
a quedar como primos.
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