viernes, 1 de noviembre de 2013

Raxoi, La Familia y uno más


Por Ana Ulla

Bien hacen los funcionarios municipales en defender sus derechos, sus pagas extras, bien hacen y nosotros somos los segundos, tras ellos, en animarles a seguir haciéndolo. Pero mal hacen los políticos en olvidar que para el resto de mortales cualquiera de sus pagas, cuando llegan, es extraordinaria. Mal hacen, que si quisieran saber qué piensa la ciudadanía de la acérrima defensa que hacen del funcionariado, los únicos por los que de verdad sacan las uñas hasta de los pies, se guardarían muy mucho de tratarlos como lo que son para ellos, un tercio de votos en el granero electoral compostelano, o en el ‘hórreo’, ya que estamos aquí.

Por ese motivo no es fácil comprender a qué vinieron las palabras del alcalde Currás cuando pseudodenunció la sobreabundancia de apellidos ilustres y de parentela con pedigrí en Raxoi cuando le acusaron de asignar puestos de confianza a personas de confianza, de la suya se entiende. Que se multipliquen los parientes en los órganos municipales no es un escándalo, señor Currás, es algo que todos sabemos. Que si quería referirse a cómo llegaron a esos puestos lo mejor sería que nos lo aclare usted que puede, si es que hay algo que aclarar, y si no mejor cállese, que callado parece (un poco) menos elocuente. Es esa capacidad que tiene el alcalde de conseguir cabrear a un borrego con sus amagos de mal boxeador, que calla pero no dice. ¿Quiere decir que están enchufados? Pues dígalo y no nos ande con milongas y merengues, que ya bastante nos crispa con sus habituales ‘todo el mundo sabe cómo contrataba Bernardino’ o ‘mejor no hablamos de los favores a los amigos del Bloque’. O calle ahora, o guarde silencio para siempre. Es como el gordo dueño del balón que cuando se enfada se lo lleva y se acabó el partido.

Pero hete aquí, señora, que la reacción de la bioposición, por una vez, no se hizo esperar. Hablaron las supuestas aludidas para entredecir, una que su larga trayectoria la avalaba, la otra que no se daba por aludida y el tercero en concordia ni está pero se les esperaba, que no sabe ni contesta, ni contesta porque sabe o todo, o nada, a la vez, sí, el del puestecito a dedo índice y nacionalista de los de sacar pajas en ojos ajenos en el Auditorio. ¿Excusas todas ellas de malos pagadores? Así dijo Rubén Cela que el alcalde cuestionaba la eficacia y profesionalidad de los tales funcionarios, pero una vez más trató de confundirnos con mentirijillas de taberna, como hizo, y sigue haciendo, con lo de la persecución judicial. No, señor Cela, el alcalde no cuestionó ni la eficacia ni la profesionalidad, sino la abundancia de parientes y arrimados, que es cosa distinta y constatable. Esas fueron, por desgracia, sus únicas afirmaciones, que lo del subconsciente traicionero es cosa solo suya de usted, don Rubén.

Y en esas estábamos cuando la concelleira Sierra, Cecilia, y su cara de no saber ni que los platos se rompen, habló de la ‘cosa nostra’ para referirse a la política de personal de este gobierno municipal. Y mire usted que aunque tiene la buena costumbre de hablar poco, siempre parecerá demasiado. Lo hizo cuando lo peor de entreabrir las cajas de Pandoras no es levantar la tapa, sino haber estado antes agitándola como una gaseosa. Malas palabras que tuvieron su eco asonante y para las que no faltó un mal chiste siciliano, chiste de preescolar, sí, o peor aún de El Intermedio, pero chiste al fin que en estos casos se eleva a la categoría de argumento político, que es lo que ocurre cuando se adolece de impotencia. Política, claro. E intelectual, por supuesto. Pero eso, ¿a quién le importa cuando los partidos sirven, no para crear ideales, sino hinchas?
Es lo que ciudadanía saca en claro, que Raxoi es una gran familia ya lo sabíamos, como también que el gran error no es que haya un familiar en un departamento, sino que el político que llega por su cara bonita, o no tanto, se incorpore precisamente a ese mismo departamento y no a otros, siquiera por estética, con la cantidad de concejalías que hay y que, por currículo, cualquiera es válida para sus fines. ¡Hay que tener pocas Luzes!


Al final, en lo que parecía iba ser un escándalo de padre y muy señor mío, la cosa no se salió de madre, apenas una escaramuza tipo gran hermano entre unos tíos sin abuela en la que, como siempre, los ciudadanos volvimos a quedar como primos.

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