Por Ana Ulla
No conviene frivolizar con el asunto de las polémicas instalaciones
de Porta Faxeira, no conviene hacerlo porque se nos viene a la memoria el
recuerdo de tita Cervera encadenada a los árboles por ese quítame acá esas
ramas y perdemos el sueño. Un escándalo compostelano, ¡un escandalazo!...y
usted sin enterarse. ¿Es para tanto? No hablamos de formalidades
administrativas y técnicas, que ya sabemos para qué están las normas, sino de la
virulencia de las reacciones…como si pretendiéramos hacer un grano de arena de
una montaña.
Ha sido una decisión política, se dice desde otra banda,
suponemos que para distinguirla de las decisiones deportivas, astrológicas o,
quién sabe, familiares. Hasta ahí perfecto, todos en desacuerdo. ¿Y el
ciudadano? No se le necesita, al ciudadano las cosas le gustan o no, la
sensibilidad, la espiritualidad, las musas, no son asunto suyo, para eso existe
una élite cultural en la ciudad que se encarga de decirle, según sus propios
criterios, cuáles son sus derechos en lo que a estética se refiere. A fin de
cuentas, el ciudadano ha de trabajar porque no sirve para otra cosa, lo de
pasear y pelearse con la agenda cuando los actos sociales, culturales y
concertinas se apelotonan es un sufrimiento
reservado para esa élite.
¿Es feo lo que se ha hecho en Porta Faxeira? Resumiendo, feo
como un dolor. Con los ojos de hoy, naturalmente. Como antes lo fueron mil y un
emblemas contemporáneos que jalonan las capitales europeas cuando en su momento
el atrevido de turno fue tachado, cuanto menos, de sacrílego. Hoy, en Santiago,
la progresía es conservadora, sí, pero con lo de los demás. Ha sido un intento,
acaso fallido, de dejar pasar aire nuevo al casco viejo, pero un intento al
cabo, mejorable, muy mejorable. Demasiado como para considerar que la ciudad no
es de esa élite cultural sino de los ciudadanos que con sus muchos errores y
ningún acierto tratamos de sobrevivir aun a costa de ociosos mandarines de la
cultura. ¿Ha sido un error? Que se corrija entonces, pero el modelo de las diez
mil viviendas vacías se ha demostrado que es un timo, la ciudad muerta, la
momia de Compostela, el exquisito cadáver patrimonio de los humanoides, es una
mierda. Compostela no nació para ser patrimonio, sino para ser compostelana.
Abajo el entarimado de Porta Faxeira, pero que con su chatarra se haga un traje
a quienes creen que la ciudad es de ellos. Abajo quienes hacen de algo, ¡al fin
algo! un arma política populista que echa mano del escándalo en provecho de
unas miras tan nobles como cortas.
Que se haga, sí, un debate público como se propone desde la
sede socialista. Que se anuncie, como en los duelos, que elijan armas y que se
anuncie el día y la hora para no ir. Hay que trabajar muy duro para poder
mantener tanta sensibilidad áulica, de defender (¡)los derechos avasallados de
los ciudadanos no todos pueden comer.
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