Publicado en SANTIAGOSIETE el 3 de Octubre de 2008
Cualquiera que haya leído el reciente informe elaborado por Icomos para Unesco saca la conclusión de que ha sido hecho con un resentimiento más propio de un hijo de Pita, de María Pita se entiende, que con los rigores de un organismo asépticamente cultural. Y es que Santiago ya era Compostela bastantes siglos y algún millenium antes que existiera tanta institución internacional, ya lo era con sus aciertos imperdonables, con sus errores infinitos y su Compos irredento, cuando algunas de las actuales ciudades patrimonio todavía eran simples garbanzales. Y seguirá existiendo siglos después de que desaparezca Icomos tras haberse autodeclarado patrimonio de sí mismo.
Realmente tan criticable resulta criticar las críticas incluso las certeras, como criticar al que critica la crítica criticable de la que tanto se aprende. Porque no se trata con esto de echar un cable al tan traído y llevado teleférico de marras, ni admitir sin más un Gaiás que en su exceso aún admite todas las opiniones ordenadas alfabéticamente y sobra espacio. No, lo ridículo ha sido olvidar que Santiago no es un parque temático para indolente visita de ilustres amargados, sino una ciudad que late viva con sus alegres miserias sabiendo que vivir es aprender a equivocarse.
***
Por ello resulta sorprendente que en determinados círculos con sus cuadraturas gallegas el informe haya provocado un aplauso sonrojante, como quien sigue una voz que a falta de mejores títulos usa titulares a modo de perro de hortelano. Tantos vítores que casi consiguen ahogar el chirrido de la silla de Hawking por Fonseca, demasiado para algunos que tal vez hubieran preferido verlo montado en un burro al más puro estilo rural. Y aunque Santiago no necesita quien la defienda o halague pues le basta con despertar cada mañana y hacer como quien oye llover, ¿quién va a defender a la humanidad del patrimonio de la Unesco? Se hace así comprensible el malestar creado con el infame informe, por lo que no es de extrañar que algunos estén deseando que por una vez se les conceda a otras ciudades algún tipo de reconocimiento para poder criticarlas. Parece que últimamente el criticar a Santiago se ha convertido en un nuevo deporte, sí, pero paralímpico.
Cualquiera que haya leído el reciente informe elaborado por Icomos para Unesco saca la conclusión de que ha sido hecho con un resentimiento más propio de un hijo de Pita, de María Pita se entiende, que con los rigores de un organismo asépticamente cultural. Y es que Santiago ya era Compostela bastantes siglos y algún millenium antes que existiera tanta institución internacional, ya lo era con sus aciertos imperdonables, con sus errores infinitos y su Compos irredento, cuando algunas de las actuales ciudades patrimonio todavía eran simples garbanzales. Y seguirá existiendo siglos después de que desaparezca Icomos tras haberse autodeclarado patrimonio de sí mismo.
Realmente tan criticable resulta criticar las críticas incluso las certeras, como criticar al que critica la crítica criticable de la que tanto se aprende. Porque no se trata con esto de echar un cable al tan traído y llevado teleférico de marras, ni admitir sin más un Gaiás que en su exceso aún admite todas las opiniones ordenadas alfabéticamente y sobra espacio. No, lo ridículo ha sido olvidar que Santiago no es un parque temático para indolente visita de ilustres amargados, sino una ciudad que late viva con sus alegres miserias sabiendo que vivir es aprender a equivocarse.
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Por ello resulta sorprendente que en determinados círculos con sus cuadraturas gallegas el informe haya provocado un aplauso sonrojante, como quien sigue una voz que a falta de mejores títulos usa titulares a modo de perro de hortelano. Tantos vítores que casi consiguen ahogar el chirrido de la silla de Hawking por Fonseca, demasiado para algunos que tal vez hubieran preferido verlo montado en un burro al más puro estilo rural. Y aunque Santiago no necesita quien la defienda o halague pues le basta con despertar cada mañana y hacer como quien oye llover, ¿quién va a defender a la humanidad del patrimonio de la Unesco? Se hace así comprensible el malestar creado con el infame informe, por lo que no es de extrañar que algunos estén deseando que por una vez se les conceda a otras ciudades algún tipo de reconocimiento para poder criticarlas. Parece que últimamente el criticar a Santiago se ha convertido en un nuevo deporte, sí, pero paralímpico.
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