Hay días que se echan a andar de cualquier manera, se colocan las nubes de cualquier modo, el sol en cualquier sitio, un poco de frío allá, algo de lluvia por acá, una sabia dosis de niebla y ya tenemos una jornada en la que nadie nota las prisa con las que se ha andamiado.
En uno de estos días así, el presidente de la Xunta Pérez Touriño será, ha sido, proclamado candidato cara a las próximas elecciones autonómicas, más por carretera secundaria que por vía de primarias, tal vez porque a la democracia en los partidos se llegue mejor y más rápido a través de hatajos. Será pues cosa de esperar la satisfacción del candidato y la esperanza de sus seguidores, más aún cuando contra cierto pronóstico alcanzaron la presidencia hace ya casi cuatro años y con ella se hicieron con el mando, el de la tele, que es el que cuenta.
Y sin embargo, hay alegrías que no acaban de ser plenas, como la de los amantes, y sobre la figura del candidato Touriño no faltan quienes sienten el revoloteo, la risa sorda de los que le miran como a un cornudo, con perdón, el que se siente alegre porque su mujer le deja entrar en casa cuando su querido ya se ha marchado. Se trata, en definitiva, de la malvada aritmética de la urna que se sienta en la silla vacía colocada junto al sillón del candidato, el mismo que sabe que no hay presidencia si no se deja tocar por esos otros, los que se anuncian como socios de gobierno y sin los que no habrá silla, sillón, sofá o taburete. Los mismos que a la hora de la proclamación del candidato socialista ya tienen pensado qué consellerías van a arrebatarles, sabedores que aquel se les entregará si quiere que les caliente los pies por las noches.
Así pues, ¿tendrá Touriño la dignidad de explicar a sus electores que su esperado triunfo no será fingido? ¿Decirles que el hijo político que haya de venir puede que sea de otro padre, socio suyo? ¿Reconocer que con tal de ser presidente está dispuesto a no aplicar en su totalidad el programa electoral con el que se presentará? ¿Explicar, en fin, que cuando venza en las elecciones habrá de entregar a otro parte de lo obtenido, a modo de pernada?
Pues debiera decirlo, por integridad y porque a buen seguro que sus electores lo entenderán. Pero actuar como si esto no fuera a pasar no denota astucia política sino bobería de marido engañado y contento de serlo. Más o menos.
En uno de estos días así, el presidente de la Xunta Pérez Touriño será, ha sido, proclamado candidato cara a las próximas elecciones autonómicas, más por carretera secundaria que por vía de primarias, tal vez porque a la democracia en los partidos se llegue mejor y más rápido a través de hatajos. Será pues cosa de esperar la satisfacción del candidato y la esperanza de sus seguidores, más aún cuando contra cierto pronóstico alcanzaron la presidencia hace ya casi cuatro años y con ella se hicieron con el mando, el de la tele, que es el que cuenta.
Y sin embargo, hay alegrías que no acaban de ser plenas, como la de los amantes, y sobre la figura del candidato Touriño no faltan quienes sienten el revoloteo, la risa sorda de los que le miran como a un cornudo, con perdón, el que se siente alegre porque su mujer le deja entrar en casa cuando su querido ya se ha marchado. Se trata, en definitiva, de la malvada aritmética de la urna que se sienta en la silla vacía colocada junto al sillón del candidato, el mismo que sabe que no hay presidencia si no se deja tocar por esos otros, los que se anuncian como socios de gobierno y sin los que no habrá silla, sillón, sofá o taburete. Los mismos que a la hora de la proclamación del candidato socialista ya tienen pensado qué consellerías van a arrebatarles, sabedores que aquel se les entregará si quiere que les caliente los pies por las noches.
Así pues, ¿tendrá Touriño la dignidad de explicar a sus electores que su esperado triunfo no será fingido? ¿Decirles que el hijo político que haya de venir puede que sea de otro padre, socio suyo? ¿Reconocer que con tal de ser presidente está dispuesto a no aplicar en su totalidad el programa electoral con el que se presentará? ¿Explicar, en fin, que cuando venza en las elecciones habrá de entregar a otro parte de lo obtenido, a modo de pernada?
Pues debiera decirlo, por integridad y porque a buen seguro que sus electores lo entenderán. Pero actuar como si esto no fuera a pasar no denota astucia política sino bobería de marido engañado y contento de serlo. Más o menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario