Cuando Obama ganó sus elecciones se escuchó decir a Anxo Quintana, entre risitas nerviosas, que había llegado el momento de un Obama gallego. Él, por supuesto.
Eran esos días de psicotropía y hermanamiento, de explosión controlada, de saldar viejas cuentas en contabilidades ajenas a que somos tan dados en España. Pero las palabras del líder bloqueiro, claro está, había que entenderlas en el contexto de aquellas fechas pues de tomarlas al pie de la letra acabarían por dejarlo a los pies de los caballos. No siempre en política los paralelismos resultan así de asíntotos, pero se hace fácil en realidad entender a Quintana, el espíritu navideño de sus palabras, y la idea última de que si aquél pudo, todos pueden, y él el primero.
Ahora que acaba de celebrarse la investidura como presidente de Barack a algunos se le viene a la memoria aquella sentencia no recurrida del gatopardismo, el cambiarlo todo para que todo siga igual, idea esta mayoritaria incluso entre los menos idealistas. Como un Papa negro cuando llegue, e incluso si llegara a la presidencia americana una mujer tampoco sería ya una excepción, aunque tenga regla, pues una de las barreras y tal vez la más difícil por ser la primera, ya ha sido echada abajo, la de lo improbable.
Pero no, Obama no parece destinado verse reflejado en las broncosas aguas del Miño ni Quintana es su profeta celta, cada vez menos radical y más libre. Ya ha pisado moqueta con suelas de velcro y la masa oprimida que lideraba ya tiene despacho, más sabios que un niño sin primarias.
Quintana no es esperanza porque ya ha sido catado y ha resultado ser uno más, el tercero por ahora, nada nuevo, más de lo establecido. Se dice que sus afiliados de la hégira americana comienzan a darse de baja en el Bloque por la falta de rigor izquierdista. Ha dado un golpe de mano con los pies y ha cambiado el BNG por el Quintanismo. La piedra de toque para comprobar el obamismo de Anxo podría ser el darle la vuelta y tratar de imaginarnos al Obama oval tratando de articular un discurso del Quintana cuadriculado.
Eran esos días de psicotropía y hermanamiento, de explosión controlada, de saldar viejas cuentas en contabilidades ajenas a que somos tan dados en España. Pero las palabras del líder bloqueiro, claro está, había que entenderlas en el contexto de aquellas fechas pues de tomarlas al pie de la letra acabarían por dejarlo a los pies de los caballos. No siempre en política los paralelismos resultan así de asíntotos, pero se hace fácil en realidad entender a Quintana, el espíritu navideño de sus palabras, y la idea última de que si aquél pudo, todos pueden, y él el primero.
Ahora que acaba de celebrarse la investidura como presidente de Barack a algunos se le viene a la memoria aquella sentencia no recurrida del gatopardismo, el cambiarlo todo para que todo siga igual, idea esta mayoritaria incluso entre los menos idealistas. Como un Papa negro cuando llegue, e incluso si llegara a la presidencia americana una mujer tampoco sería ya una excepción, aunque tenga regla, pues una de las barreras y tal vez la más difícil por ser la primera, ya ha sido echada abajo, la de lo improbable.
Pero no, Obama no parece destinado verse reflejado en las broncosas aguas del Miño ni Quintana es su profeta celta, cada vez menos radical y más libre. Ya ha pisado moqueta con suelas de velcro y la masa oprimida que lideraba ya tiene despacho, más sabios que un niño sin primarias.
Quintana no es esperanza porque ya ha sido catado y ha resultado ser uno más, el tercero por ahora, nada nuevo, más de lo establecido. Se dice que sus afiliados de la hégira americana comienzan a darse de baja en el Bloque por la falta de rigor izquierdista. Ha dado un golpe de mano con los pies y ha cambiado el BNG por el Quintanismo. La piedra de toque para comprobar el obamismo de Anxo podría ser el darle la vuelta y tratar de imaginarnos al Obama oval tratando de articular un discurso del Quintana cuadriculado.
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