La asamblea del PSG postelectoral en Vigo tuvo al final más puntos de sutura que de encuentro. Y es que en la elección de los representantes para el congreso regional se descubrió un peculiar sentido democrático ya que venció el que logró dar más puñetazos más uno de los presentes, y lo que puede parecer una metedura de pata acabó sin embargo arreglándose amistosamente a patadas. Finalmente venció la corriente más fuerte, físicamente hablando, la del actual alcalde el Abel Caballero frente a la de su sobrino Gonzalo, también Caballero pero que le acusa de ser un Caín, una singularidad más cuando hasta ahora el nepotismo casi había quedado reducido a la existencia de primas, pero ya se ve que a la hora de cobrar todo vale, aunque se cobre a manos llenas y en especias como en este caso.
Cuentan que con tanta corriente estaban en la reunión que saltaban chispas a la yugular y al costado, entre los oficiales de uno y los Caballeros del otro, el opositor, por otra parte, que no admitía golpes bajos. Y lo que iba a ser una especie de mesa redonda acabó siendo un cuadrilátero en el que, cuando se dijo que el partido necesitaba un pequeño empujón para seguir adelante, los presentes lo tomaron al pie de la letra y hubo empujones para todos, incluyendo a diestros en el arte de pegar y a siniestros en el amagar. Mala manera desde luego si hay que mirar al futuro con un ojo morado.
No se sabe si esta era la idea de asalto al poder que se comentó cuando la derrota electoral, pero lo de las votaciones a puño alzado no sienta un buen precedente como si se tratara de renovar el partido según criterios de selección natural en el que queda el más fuerte. Y todo porque los críticos no tiraban la toalla y solo la campana final pudo poner un poco de orden en aquello.
Ya se verá si la próxima reunión se hará a golpe de propuestas o de ganchos, pero mejor no perdérsela si Mar Barcón se pasea por la lona con el cartel del número de asalto. Eso sí que sería una renovación.
Cuentan que con tanta corriente estaban en la reunión que saltaban chispas a la yugular y al costado, entre los oficiales de uno y los Caballeros del otro, el opositor, por otra parte, que no admitía golpes bajos. Y lo que iba a ser una especie de mesa redonda acabó siendo un cuadrilátero en el que, cuando se dijo que el partido necesitaba un pequeño empujón para seguir adelante, los presentes lo tomaron al pie de la letra y hubo empujones para todos, incluyendo a diestros en el arte de pegar y a siniestros en el amagar. Mala manera desde luego si hay que mirar al futuro con un ojo morado.
No se sabe si esta era la idea de asalto al poder que se comentó cuando la derrota electoral, pero lo de las votaciones a puño alzado no sienta un buen precedente como si se tratara de renovar el partido según criterios de selección natural en el que queda el más fuerte. Y todo porque los críticos no tiraban la toalla y solo la campana final pudo poner un poco de orden en aquello.
Ya se verá si la próxima reunión se hará a golpe de propuestas o de ganchos, pero mejor no perdérsela si Mar Barcón se pasea por la lona con el cartel del número de asalto. Eso sí que sería una renovación.
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