Por Mary-Ann S.
Leer este libro ha sido reconciliarse después de varios años
con la novela negra española. Aunque calificarlo como tal género en este caso
sea por necesidad, el más próximo, o una imposición, quién sabe. Sin tópicos, sin
la vulgaridad de repetirse, ahora veo la lista de los más vendidos, de los
éxitos, y me río, cuando has leído uno y los has leído todos, especialmente los
más ‘únicos’.
Me entregaron en mano este libro de un modo casi clandestino,
en secreto, está gastado, sabiendo de mi pasión por ese género. Y una desearía
que nadie más lo leyera, como esos secretos que una solo quiere para sí, como
si perdiese su valor de fórmula secreta. La historia se desarrolla con motivo
de la visita que hizo el Papa a Santiago, pero eso es lo de menos, el simple
contexto, una trama cualquiera. Podía ser cualquier otra. Autopsias al alma, la
desnudez de los personajes, la miseria del ser humano, nada que ver que los
tópicos políticamente correctos de hoy. El libro se lee revolcándose en el
fango, en la mierda, rezuma erotismo, grosería, sadismo, sexo descarnado, religión
deshumanizada todas las pasiones desfilan de la mano de sus personajes que no
son más que humanos puestos al trasluz. Una muchacha llevada por el viento, un
cura por sus dogmas, las policías por su destino, el demonio, y la sociedad que
solo espera que no se la señale pasando desapercibida. Y todo en Compostela por
una razón sencilla después de leerlo: solo en esa ciudad es posible por
universal. Para colmo, hasta el autor, Iván robledo, al parecer se escaramuza
tras un pseudónimo y una biografía novelada como parte de la propia novela.
El libro llega desde Santiago donde al parecer circula en
silencio de mano en mano, tal vez por las situaciones y el desfile de personas reconocidas
y reconocibles que reúne, lo desconozco. Ni siquiera estoy segura de si es un
libro recomendable, pero tras acabarlo una desearía no haber perdido el tiempo
antes leyendo otras cosas.
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