Por Lupe Castiñeiras
No hay asunto menor
cuando el tema es pequeño. Por eso, de la incomprensión de los sucesos de Gamonal,
Burgos, bien pueden empezar a tomar buena nota los regidores compostelanos si
no quieren que se los coman, mediáticamente hablando, con patatas nuevas. O de
cómo una concentración en Madrid de apoyo a esos vecinos se resolvió,
lógicamente, en un intento de asalto a El Corte Inglés. Lógica en estado puro.
Nada de lo ocurrido
en Burgos hubiera pasado de anécdota sin el respaldo de los medios de
comunicación que le dieron cobertura, sin entrar o no en si había razones para
ello. Esta práctica, vigente en cualquier libro de agitación de los años veinte
y treinta, adquiere hoy pleno vigor cuando se trata de desgastar una
institución por la ‘fuerza de la impresión’, haciendo que la calle hable. Pero
la finalidad es la misma, hacer fuerza, doblegar una institución cuando el
motivo queda en anécdota, forzar a gritos y, llegado el caso, con una violencia
que se inviste de respuesta. Lo visto en Burgos resulta sintomático cuando se
reproduce un patrón: un gobierno de un color frente a la pueblo que,
paradójicamente, le ha votado mayoritariamente. ¿O puede que no? Lo propio de
la democracia, en su decadente concepción, es no volver a votar a quien lo hace
mal, considerando que atacarlo abiertamente, léase quema de contenedores e
imposibilidad física de actuar según el mandato democráticamente otorgado, es
algo antidemocrático. Nos encontramos por tanto ante una situación en la que
las instituciones democráticas se sitúan frente a quienes afirman que las tales
no son, ‘en realidad’, democráticas. ¿Es eso posible? ¿O acaso hemos pasado del
‘nos veremos en las próximas elecciones’ al ‘ya no eres democrático’? Curiosa
tesitura. Más aún en un caso, como el burgalés, que ha tenido repercusión
nacional hasta el punto de obligar a todo un país a tomar partido en uno y otro
sentido porque….porque salía en televisión, sin entrar a considerar a su vez
qué partido tomaban las propias televisiones.
Compostela no puede
quedar al margen. La confrontación ha funcionado y ahora se sitúan cara a cara
las instituciones democráticas ante quienes afirman ser representantes de una
democracia, el pueblo o, siendo rigurosos, quienes se invisten con ese nombre.
Ha funcionado, la repercusión es posible y el esfuerzo mínimo cuando la
comunicación ya tomado partido. Habrá confrontación en Santiago, será en la
plaza de Cervantes, la Alameda, la de Vigo o con motivo de cualquier otra obra
que se prevea llevar a cabo, eso no es lo importante. Lo que realmente interesa
es crear la situación de confrontación entre el ‘pueblo’ y unos gobernantes
deslegitimados. ¿Cuánto tardaremos en verlo? ¿Cómo reaccionará el gobierno
municipal? Pronto lo sabremos porque, sencillamente, pronto habrá elecciones,
primero las del engendro aquel de las europeas, pero más pronto que tarde llegarán
las municipales.
Se repetirá pues la
misma historia que con el 15-M con un matiz nada desdeñable, pues en aquella se
trataba de salvaguardar a un gobierno en la picota, el socialista central y
municipal evitando que la derecha accediera al poder, mientras que ahora se
trata directamente de despojar del poder a esa derecha, por lo que los argumentos
y sobre todo las acciones serán necesariamente distintas. Solo falta la chispa,
y lo de Gamonal está funcionando como espoleta en pantalla de plasma siempre
que haya repetidores mediáticos y en las redes sociales que, sin importarles
que algo sea cierto o no, consideren la política como algo que está por encima
de la verdad. De ahí que no comparta lo ‘vendido’ en Burgos y lo que se avecina
en Compostela, no tanto porque se pueda tener o no derecho a lo que se
reivindica o incluso al legítimo deseo de acabar con unas instituciones y sus representantes
elegidos democráticamente. No, rechazamos la Gamonalización de cualquier
reivindicación cuando se trata de disfrazar como democrático y en nombre del
pueblo lo que en realidad no son más que comportamientos fascistas amparados en
el peor de los pecados sociales, la mentira.
¿Somos demócratas?
Que nos pregunten entonces si queremos que haya protestas antes de que se
inicien. Democráticamente sería lo lógico….
Gamonalizar
Compostela por unas obras, las que sean, es fascista. Alguien sugirió no hace
mucho que “no es tiempo de música, sino de ruido”. Lo veremos, la dignidad de
quienes amparen ese fascismo está en juego.
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