viernes, 17 de enero de 2014

La Democracia del Adoquín: ¿Tendrá Compostela su propio Gamonal?



Por Lupe Castiñeiras

No hay asunto menor cuando el tema es pequeño. Por eso, de la incomprensión de los sucesos de Gamonal, Burgos, bien pueden empezar a tomar buena nota los regidores compostelanos si no quieren que se los coman, mediáticamente hablando, con patatas nuevas. O de cómo una concentración en Madrid de apoyo a esos vecinos se resolvió, lógicamente, en un intento de asalto a El Corte Inglés. Lógica en estado puro.
Nada de lo ocurrido en Burgos hubiera pasado de anécdota sin el respaldo de los medios de comunicación que le dieron cobertura, sin entrar o no en si había razones para ello. Esta práctica, vigente en cualquier libro de agitación de los años veinte y treinta, adquiere hoy pleno vigor cuando se trata de desgastar una institución por la ‘fuerza de la impresión’, haciendo que la calle hable. Pero la finalidad es la misma, hacer fuerza, doblegar una institución cuando el motivo queda en anécdota, forzar a gritos y, llegado el caso, con una violencia que se inviste de respuesta. Lo visto en Burgos resulta sintomático cuando se reproduce un patrón: un gobierno de un color frente a la pueblo que, paradójicamente, le ha votado mayoritariamente. ¿O puede que no? Lo propio de la democracia, en su decadente concepción, es no volver a votar a quien lo hace mal, considerando que atacarlo abiertamente, léase quema de contenedores e imposibilidad física de actuar según el mandato democráticamente otorgado, es algo antidemocrático. Nos encontramos por tanto ante una situación en la que las instituciones democráticas se sitúan frente a quienes afirman que las tales no son, ‘en realidad’, democráticas. ¿Es eso posible? ¿O acaso hemos pasado del ‘nos veremos en las próximas elecciones’ al ‘ya no eres democrático’? Curiosa tesitura. Más aún en un caso, como el burgalés, que ha tenido repercusión nacional hasta el punto de obligar a todo un país a tomar partido en uno y otro sentido porque….porque salía en televisión, sin entrar a considerar a su vez qué partido tomaban las propias televisiones.
Compostela no puede quedar al margen. La confrontación ha funcionado y ahora se sitúan cara a cara las instituciones democráticas ante quienes afirman ser representantes de una democracia, el pueblo o, siendo rigurosos, quienes se invisten con ese nombre. Ha funcionado, la repercusión es posible y el esfuerzo mínimo cuando la comunicación ya tomado partido. Habrá confrontación en Santiago, será en la plaza de Cervantes, la Alameda, la de Vigo o con motivo de cualquier otra obra que se prevea llevar a cabo, eso no es lo importante. Lo que realmente interesa es crear la situación de confrontación entre el ‘pueblo’ y unos gobernantes deslegitimados. ¿Cuánto tardaremos en verlo? ¿Cómo reaccionará el gobierno municipal? Pronto lo sabremos porque, sencillamente, pronto habrá elecciones, primero las del engendro aquel de las europeas, pero más pronto que tarde llegarán las municipales.
Se repetirá pues la misma historia que con el 15-M con un matiz nada desdeñable, pues en aquella se trataba de salvaguardar a un gobierno en la picota, el socialista central y municipal evitando que la derecha accediera al poder, mientras que ahora se trata directamente de despojar del poder a esa derecha, por lo que los argumentos y sobre todo las acciones serán necesariamente distintas. Solo falta la chispa, y lo de Gamonal está funcionando como espoleta en pantalla de plasma siempre que haya repetidores mediáticos y en las redes sociales que, sin importarles que algo sea cierto o no, consideren la política como algo que está por encima de la verdad. De ahí que no comparta lo ‘vendido’ en Burgos y lo que se avecina en Compostela, no tanto porque se pueda tener o no derecho a lo que se reivindica o incluso al legítimo deseo de acabar con unas instituciones y sus representantes elegidos democráticamente. No, rechazamos la Gamonalización de cualquier reivindicación cuando se trata de disfrazar como democrático y en nombre del pueblo lo que en realidad no son más que comportamientos fascistas amparados en el peor de los pecados sociales, la mentira.
¿Somos demócratas? Que nos pregunten entonces si queremos que haya protestas antes de que se inicien. Democráticamente sería lo lógico….

Gamonalizar Compostela por unas obras, las que sean, es fascista. Alguien sugirió no hace mucho que “no es tiempo de música, sino de ruido”. Lo veremos, la dignidad de quienes amparen ese fascismo está en juego.

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