Por Ana Ulla
El banquillo de los acusados, la
apertura del juicio oral, está a la vuelta de la esquina de las vueltas, no se
toca, pero se nota su aliento. Y siete concejales populares, de una tacada, se
apretujarán en él sin que sepan todavía desde dónde les ha llovido el palo. ¿O
sí?
Es la hora caliente de los
valientes, un momento tan esperado que nadie lo aguardaba. Porque primero debía
haber acusación, luego imputación, luego medidas cautelares, luego apertura de
juicio oral. Vamos, ¡ya! Es la hora de las dimisiones, dimite y vencerán, ¿o
no?
Pues no, que cada cual haga lo
que quiera, que a la hora de la verdad los ciudadanos no pintamos nada, pero si
una fuera alguno de esos siete de la mala fama, no dimitiría. Y no lo haría por
dos razones, a cual más estrambótica.
La primera, porque lo dice
Feijóo. Tal vez la razón más poderosa, el hombre que todavía calla sobre
Marcial Dorado, que se rio en el Parlamento sobre los contratos con sus empresas
y que según las escuchas de la Pokémon lo tienen cogido del carrete
fotográfico, es quien dice que hay que dimitir. En otras circunstancias sí.
Pero si lo dice él, ¡él!, entonces no. ¿O acaso negaría que el acoso del
gobierno municipal de Santiago solo es posible gracias a su complacencia?
La segunda razón, no se dimite pues
porque no. Así, sin más, por el morro. En el estado actual de cosas los
ciudadanos queremos saber qué más puede pasar, hasta dónde se puede llegar, qué
más podemos esperar de la actual clase política y dirigente. Sinceramente, si
no dimiten hasta que haya condena, qué puede pasar. ¿Nos moriremos todos? ¿Perderemos
el mundial? ¿Dejará la grúa de poner multas, la oposición de pedir dimisiones,
los gamonales de jugar a marionetas? No pasaría nada y puestos a ser estúpidos,
que haya juicio sin dimisiones previas. Santiago, dicen, no se merece esta
situación pero es posible que sí, y aunque esté por completo de acuerdo con
esta afirmación, ya que estamos veamos qué ocurre. Más no se puede perder y sí
se puede ganar en ingeniería mediática, en risas o, vayan a saber, en monumentales
sorpresas.
No es fácil decir lo contrario de
que todos piensan o, al menos, lo que dicen en público, pero a mí me da
gustirrinín hacerlo. Echarle imaginación al asunto. Que no dimitan, ¿qué pasaría
entonces?
Por cierto, los siete están
acusados de prevaricación por adoptar, dice el articulito del código penal, una
decisión arbitraria e ilegal. Después de leer el Auto de la señora jueza y la jurisprudencia
correspondiente del Tribunal Supremo cabe preguntarse: o el secretario o
interventor les engañó a los siete, o le engañaron a él o alguien le engañó a
él y a todos a la vez. Es difícil encontrar otra explicación, pero no decimos
que no la haya. Sin entrar, claro está, en la interpretación que hace su señoría
del asunto que, como jueza, siempre será legítima. Aunque puestos a decir, tal
vez hubiera hecho bien la jueza en cortar y copiar toda la Sentencia del
Tribunal supremo de marras, concretamente la parte, que no incluye, en la que
se especifica que el abuso, negligencia que achaca a Varela y que propicia la
actual imputación solo es posible considerarla una vez se dicte sentencia
aunque ella lo haya hecho antes. Y sin olvidar, dando una revuelta más de
retuerca, que afirma en el Auto que solo algunos de los concejales imputados
sabían de los delitos eran de los que, según ella, no permitían aprobar el pago
de las costas de Adrián Varela. Lo sabían unos, y otros no, pero imputa a
todos.
Y dicho lo anterior, ¿quién será
el hombre que la Xunta y La Voz, entre otros, están a punto de sacar del horno
del partido provincial para ponerse al frente de Compostela? No para ganar
elecciones, que mal le pintan las cosas, sino por aquello de que estando en la
oposición todos ganaban, como antes….
1 comentario:
Ya que lo leyó, ¿podría publicar el auto
o señalar dónde se puede leer? Y tampoco
estaría mal el escrito de acusación del
Ministerio Fiscal.
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