lunes, 25 de abril de 2016

Pentapolín en Buenos Aires

Por Ana Ulla

Martiño Noriega será recordado en la Feria del Libro de Buenos Aires por algo que nunca antes nadie jamás había logrado, todo un hito, una hazaña, una épica: ha conseguido aburrir a los argentinos. Y es que finalmente se cumplieron las expectativas y el viaje del Alcalde Noriega a Buenos Aires ha resultado ser, para Santiago, un ridículo del tamaño de su obelisco. Ha ido, pero no ha estado, comentan los medios de allá. Sin embargo, y para ser justas, habría que decir en su descargo que no ha sido todo culpa suya, sino de los argentinos, que hace muy pocas fechas votaron y rechazaron abrumadoramente las propuestas políticas y sociales que precisamente representa Martiño, es decir, las de Kirchner. De ahí que lo que prometía ser un baño de multitudes en la tierra prometida  haya quedado en las salpicaduras de una presencia semi clandestina, un sentirse en tierra extraña, la de un personaje político que llegaba para vender todo aquello que encarna lo que llevó a aquel país a la ruina, y cuyos amargos frutos comenzamos a mal saborear en Santiago. Y en ese ambiente el bueno de Martiño prefirió hacer mutis por los foros del Libro y pasearse como un corderito con piel de corderito donde le quisiesen bien.

Se podrá decir que su misión evangelizadora no era la de hacer política, sino participar en un encuentro editorial. Se podrá decir, es cierto, pero si leemos sus entrevistas no ha hablado de otra cosa que no sea de política, de la suya, naturalmente, de las Mareas. De ahí, insistimos, que las crónicas bonaerenses hablaran de los monumentales bostezos que se vieron y escucharon durante su discurso de inauguración en la Feria como Alcalde de Santiago, que no están los australes para escuchar más batallitas, las suyas, de malísimos guerracivilistas ni, por enésima vez, lo bueno que eran Castelao, Díaz-Pardo o el asesinado alcalde Casal, referente de alcaldes no elegidos democráticamente en unas elecciones, que todo eso ya lo saben, que no hay político gallego que cada vez que pisa tan benditas tierras se apresure a recordarlo para hastío de sufridos auditorios. Un discurso que a juicio de los reporteros locales colocaba a Santiago, con Noriega al frente, otra vez en 1936. Y todo porque sí. Aunque no importa, porque en realidad él iba a otra cosa.

Después, y durante cinco días, siguieron las entrevistas en la oscuridad, las visitas VIP guiadas con tournée fotográficos. Pero de lo de la Feria del Libro, en fin, ha quedado en una sopa de letras, que muy poco más se supo aunque era, se ha dicho, el motivo de tan generosa visita. Y eso que Martiño es amigo de fotografiarse rodeado de libros, característica propia de quienes leen poco, aunque no seamos quién de compartir la creencia popular acerca de su proverbial incultura o de que cuando no hay cámaras no ha leído otra cosa que las letras que le indica el oculista cuando va a graduarse, leyenda urbana ésta escuchada a algunos de sus allegados. Aunque no importa, porque él en realidad iba a otra cosa, y era Santiago la que debía representarle a él. Lo vimos así colarse, haciendo bulto, en los actos que organizaba la Xunta con los gallegos de la Plata con motivo de la Feria, para después marcharse a presentar libros de esta invitada de Maduro o de aquel otro, o anunciarse ciertos discursos en la sede del sindicato de trabajadores de Kirchner, meollo y razón de la algarabía social callejera. Poco literario el asunto, es cierto, pero sus compromisos políticos no le permitían pasar página ni siquiera para representarse como el poder en la charla de Teresa Moure, oh paradoja, sobre el contra-poder.

Más interesante hubiera sido la proyección iberoamericana del rimbombantemente llamado Mapa Literario, presentado en la Feria y puesto en circulación en lo que se han denominado circuitos alternativos, tal vez por aquello de meter a Suso de Toro entre Rosalía o Valle-Inclán, y él consentirlo. Tampoco importa, porque el Mapa es obra de la asociación que crece como los espumarajos al amparo de subvenciones y colaboraciones del Concello de Compostela Aberta, ‘que nunca le niega nada’, dice, y que va camino de convertirse con el dinero de todos en el paradigma de la cultura literaria oficial: el que no beba de sus aguas quedará fuera. Asociación, para qué olvidarlo, a la que pertenece la coruñesa empresa de la señora del Alcalde, que también es casualidad, y sin olvidar tampoco los provechosos derechos que la creación de un gran artista le reporta, que más casualidad no cabe, a la concejala que manda y ordena en esos temas cartográficos. Que ya que se mete uno entre pecho y espalda semejante viaje, qué mejor souvenir que traerse para casiña la promesa de un nuevo mercado. ¡Si vamos a tener AldonzasLorenzos en Santiago, al menos que sea mancomunada! Son esos misterios de la representación institucional de Noriega, el mismo que hace solo dos semanas era invitado al décimo aniversario de la asociación de polacos en Santiago, pero que prefirió mandar a su escudero Manuel Dios, ‘nasío pa’ aplaudí’, mientras él colgaba en sus muros las fotos que a la misma hora se hacía de fiesta, en un concierto, con sus amiguetes.

Así que adiós Buenos Aires y hola Santiago de la triste figura sin su música, la ciudad donde viven los más grandes gigantes a los que el alcalde cree molinos. Será como vimos en Buenos Aires que él vive en otra época, en otra realidad y en otro deseo, haciéndonos creer que el genio que escribe su historia, como el terrible sabio Frestón a don Quijano, nos tiene a todos confundidos y engañados por lo que vemos. A todos menos a él.


(Y sabiendo además que él no admite que le inviten a nada porque por lo del Código Ético, nos duele pensar en el desembolso que habrá tenido que hacer de su propio bolsillo…….O no.)

Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com

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