Martiño Noriega será
recordado en la Feria del Libro de Buenos Aires por algo que nunca antes nadie jamás
había logrado, todo un hito, una hazaña, una épica: ha conseguido aburrir a
los argentinos. Y es que finalmente se cumplieron las expectativas y el viaje
del Alcalde Noriega a Buenos Aires ha resultado ser, para Santiago, un ridículo
del tamaño de su obelisco. Ha ido, pero no ha estado, comentan los medios de
allá. Sin embargo, y para ser justas, habría que decir en su descargo que no ha
sido todo culpa suya, sino de los argentinos, que hace muy pocas fechas votaron
y rechazaron abrumadoramente las propuestas políticas y sociales que
precisamente representa Martiño, es decir, las de Kirchner. De ahí que lo que prometía
ser un baño de multitudes en la tierra prometida haya quedado en las salpicaduras de una presencia
semi clandestina, un sentirse en tierra extraña, la de un personaje político que
llegaba para vender todo aquello que encarna lo que llevó a aquel país a la
ruina, y cuyos amargos frutos comenzamos a mal saborear en Santiago. Y en ese
ambiente el bueno de Martiño prefirió hacer mutis por los foros del Libro y
pasearse como un corderito con piel de corderito donde le quisiesen bien.
Se podrá decir que su
misión evangelizadora no era la de hacer política, sino participar en un encuentro
editorial. Se podrá decir, es cierto, pero si leemos sus entrevistas no ha hablado
de otra cosa que no sea de política, de la suya, naturalmente, de las Mareas. De ahí,
insistimos, que las crónicas bonaerenses hablaran de los monumentales bostezos
que se vieron y escucharon durante su discurso de inauguración en la Feria como
Alcalde de Santiago, que no están los australes para escuchar más batallitas,
las suyas, de malísimos guerracivilistas ni, por enésima vez, lo bueno que eran
Castelao, Díaz-Pardo o el asesinado alcalde Casal, referente de alcaldes no elegidos
democráticamente en unas elecciones, que todo eso ya lo saben, que no hay
político gallego que cada vez que pisa tan benditas tierras se apresure a
recordarlo para hastío de sufridos auditorios. Un discurso que a juicio de los
reporteros locales colocaba a Santiago, con Noriega al frente, otra vez en
1936. Y todo porque sí. Aunque no importa, porque en realidad él iba a otra
cosa.
Después, y durante
cinco días, siguieron las entrevistas en la oscuridad, las visitas VIP guiadas con
tournée fotográficos. Pero de lo de la Feria del Libro, en fin, ha quedado en
una sopa de letras, que muy poco más se supo aunque era, se ha dicho, el motivo de tan
generosa visita. Y eso que Martiño es amigo de fotografiarse rodeado de libros,
característica propia de quienes leen poco, aunque no seamos quién de compartir
la creencia popular acerca de su proverbial incultura o de que cuando no hay cámaras no ha leído otra cosa que las
letras que le indica el oculista cuando va a graduarse, leyenda urbana ésta escuchada
a algunos de sus allegados. Aunque no importa, porque él en realidad iba a otra
cosa, y era Santiago la que debía representarle a él. Lo vimos así colarse, haciendo
bulto, en los actos que organizaba la Xunta con los gallegos de la Plata con
motivo de la Feria, para después marcharse a presentar libros de esta invitada
de Maduro o de aquel otro, o anunciarse ciertos discursos en la sede del sindicato
de trabajadores de Kirchner, meollo y razón de la algarabía social callejera.
Poco literario el asunto, es cierto, pero sus compromisos políticos no le
permitían pasar página ni siquiera para representarse como el poder en la
charla de Teresa Moure, oh paradoja, sobre el contra-poder.
Más interesante
hubiera sido la proyección iberoamericana del rimbombantemente llamado Mapa Literario,
presentado en la Feria y puesto en circulación en lo que se han denominado
circuitos alternativos, tal vez por aquello de meter a Suso de Toro entre
Rosalía o Valle-Inclán, y él consentirlo. Tampoco importa, porque el Mapa es obra de
la asociación que crece como los espumarajos al amparo de subvenciones y
colaboraciones del Concello de Compostela Aberta, ‘que nunca le niega nada’, dice, y que va camino
de convertirse con el dinero de todos en el paradigma de la cultura literaria
oficial: el que no beba de sus aguas quedará fuera. Asociación, para qué
olvidarlo, a la que pertenece la coruñesa empresa de la señora del Alcalde, que
también es casualidad, y sin olvidar tampoco los provechosos derechos que la
creación de un gran artista le reporta, que más casualidad no cabe, a la concejala
que manda y ordena en esos temas cartográficos. Que ya que se mete uno entre pecho y espalda
semejante viaje, qué mejor souvenir que traerse para casiña la promesa de un
nuevo mercado. ¡Si vamos a tener AldonzasLorenzos en Santiago, al menos que sea
mancomunada! Son esos misterios de
la representación institucional de Noriega, el mismo que hace solo dos semanas
era invitado al décimo aniversario de la asociación de polacos en Santiago,
pero que prefirió mandar a su escudero Manuel Dios, ‘nasío pa’ aplaudí’,
mientras él colgaba en sus muros las fotos que a la misma hora se hacía de
fiesta, en un concierto, con sus amiguetes.
Así que adiós Buenos
Aires y hola Santiago de la triste figura sin su música, la ciudad donde viven
los más grandes gigantes a los que el alcalde cree molinos. Será como vimos en Buenos
Aires que él vive en otra época, en otra realidad y en otro deseo, haciéndonos
creer que el genio que escribe su historia, como el terrible sabio Frestón a
don Quijano, nos tiene a todos confundidos y engañados por lo que vemos. A
todos menos a él.
(Y sabiendo además que
él no admite que le inviten a nada porque por lo del Código Ético, nos duele
pensar en el desembolso que habrá tenido que hacer de su propio bolsillo…….O
no.)
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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