Cuando leemos en un diario compostelano que se ha convocado un “I Premio Home Galego polo Igualdade”, hemos de admitir que la necedad humana tendrá sus límites, si los tiene, más allá de donde pueda alcanzar la vista y la imaginación a un tiempo. Pero hay algo peor que esa necedad: el aburrimiento que lleva a organizar estos actos. Espeluzna pensar el tiempo y los talentos invertidos en esta inútil lucha por la igualdad entre géneros, tanto derroche que da que pensar que tal vez ese esfuerzo, esas energías empleadas, sean un sí mismas un fin, una especie de militancia social.
Lo cierto es que los planteamientos presentados más bien derivan hacia una lírica que hacia una igualdad en el sentido en que se nos pregona. Se parte de la base de que hombres y mujeres son distintos, y aun esto es infantilmente discutido en ocasiones. Pero sobre ese punto de partida se cosifica y aísla una desigualdad que se toma por objetivo de esta lucha, desigualdad que se mueve en tres ámbitos, sin ánimo de generalizar: el doméstico, el laboral y el de las relaciones sociales. Respecto del primero centra su atención en el reparto de tareas del hogar. El segundo de ellos resalta la discriminación en el mundo del trabajo en aspectos tales como el salario y el acceso o promociones. Y el tercero, más difuso pero interesante al fin, persigue un estado de cosas en el que ser mujer no suponga, principalmente en el ámbito cultural, un lastre para la comprensión y el respeto a las voluntades.
Pero, ¿no sería acaso esta la forma de pensar de un machista que quisiera en el fondo seguir siéndolo pero camuflado? Porque con parecer un desarrollo bienintencionado y loable de la cuestión, desde esta malvada óptica la idea quiebra por su base ya que en el fondo y la superficie es simplemente una nueva vuelta de tuerca del mismo machismo que se dice combatir, un mimetismo perverso de camuflaje y supervivencia. Ese feminismo militante no es más que un neomachismo fruto de la calenturienta mente de un machista astuto que pensó que, si no podía con su enemigo, debía unirse a él, a ella en este caso, en espera de tiempos mejores. Y si no, hagan la prueba.
Mientras, políticas sociales y jugosos negocios, prebendas laborales y paz para muchas almas cándidas y atolondradas crecerán y se multiplicarán como lilas al socaire de esta nueva tendencia.
Pero de esto mejor hablar en otro momento…
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