Desde la jocosa desaparición del novio de Falete, pocos secuestros han provocado más hilaridad en la concurrencia que el de la bragada doña Begoña, mal montada a lomos de la grúa municipal cual Europa tomada por un Zeus a gasoil. Lo cierto es que dejando de lado lo bananero de la situación, el lograr colarse en el vehículo pescado por el anzuelo de la grúa es, vamos a llamarlo así, todo un “clásico” en los recursos sobre infracciones de tráfico. No es desde luego el único ni el más llamativo pues se cuentan por decenas, pero tal vez de los más pintorescos por la habilidad y caradura que se requiere para su práctica. Sea como fuere, tampoco vamos a hacer de momento apología de esos tales supuestos que unos podrían llamar trucos o triquiñuelas y otros habilidades forenses pero que en la gran mayoría de los casos dan al traste con la actividad sancionadora municipal en tráfico.
El hecho de la gran trascendencia causada por el secuestro de la conductora nos muestra dos cosas: lo aburridos que estamos y que a los agentes del Concello lo de observar la normativa les trae al fresco. Sentada hay jurisprudencia sobre estos casos de secuestros atípicos si bien ya no todos los jueces acaban, en primera instancia, por ponerse del lado del ciudadano. Y sin embargo siguen con la práctica caciquil de tomar la calle, los aparejos de multar y la cara de Harry el Duro sabiendo que recurrir las multas sigue siendo tarea disuasoria por tiempo y dinero. Y sin embargo, cualquiera que sea el resultado, recurrir las multas es una de las tareas más divertidas que puedan practicarse al ver en carne propia la inutilidad del engranaje administrativo cuando con un simple grano de arena se es capaz de paralizar ese monstruo cuyo poder se basa, precisamente, en su apariencia de omnipotencia. Eso sí, salvo que la tomen con uno a título personal en cuyo caso no hay nada que hacer…
Que aprenda el Concello a ordenar el tráfico y no aprovecharse del caos circulatorio para instalar subrepticiamente ese impuesto especial que son las multas ya que, como bien sabe por experiencia, no puede aparcar la legalidad en doble fila.
El hecho de la gran trascendencia causada por el secuestro de la conductora nos muestra dos cosas: lo aburridos que estamos y que a los agentes del Concello lo de observar la normativa les trae al fresco. Sentada hay jurisprudencia sobre estos casos de secuestros atípicos si bien ya no todos los jueces acaban, en primera instancia, por ponerse del lado del ciudadano. Y sin embargo siguen con la práctica caciquil de tomar la calle, los aparejos de multar y la cara de Harry el Duro sabiendo que recurrir las multas sigue siendo tarea disuasoria por tiempo y dinero. Y sin embargo, cualquiera que sea el resultado, recurrir las multas es una de las tareas más divertidas que puedan practicarse al ver en carne propia la inutilidad del engranaje administrativo cuando con un simple grano de arena se es capaz de paralizar ese monstruo cuyo poder se basa, precisamente, en su apariencia de omnipotencia. Eso sí, salvo que la tomen con uno a título personal en cuyo caso no hay nada que hacer…
Que aprenda el Concello a ordenar el tráfico y no aprovecharse del caos circulatorio para instalar subrepticiamente ese impuesto especial que son las multas ya que, como bien sabe por experiencia, no puede aparcar la legalidad en doble fila.
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