Mucho se hablado y poco se ha escuchado acerca de la antipatía que padece el hombre hacia la lavadora, simplistamente se hacen chistes crueles sobre el tema y no han faltado estudios que tratan de buscar una explicación genética a tan pandémico fenómeno. Pero la explicación es muy sencilla, está ante nuestros ojos y podemos verla cada día en televisión. Ocurre que los hombres tienen miedo a estar solos delante de una lavadora. Así de fácil, sí, pero ¿por qué?
Porque los hombres se asustan de las voces que, desde el más allá, les recriminan las manchas que dejan, tiemblan cada vez que viene alguien del futuro para traerle un detergente nuevo, desconfían de esos señores trajeados que aparecen de la nada para decirles cómo deben lavar, se horripilan al ver llegar a señoritas disfrazadas saliendo de detrás de los muebles obligándoles a emplear suavizante, se estremecen cuando un desconocido les mancha la ropa mientras desayunan para demostrarle lo bueno que es su producto y, en fin, no soportan que cada vez que van a usar la lavadora aparezcan a su lado personas como fantasmas o escuchen voces psicofónicas hablando del prelavado. Si cualquiera se asustaría, ¿por qué las mujeres no?
Esa es la cuestión. Y además es un asunto muy serio. Basta de chistes.
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