La estulticia es una de esas cualidades de la persona que si se la cultiva adecuadamente puede generar placeres insondables: el que la padece se cree el rey del mambo y quienes la presenciamos nos cascamos un rato de la risa con ellos.
Una de las últimas manifestaciones de esta variedad del guaysmo tuvo lugar en la presentación de las conclusiones que sobre el botellón en Santiago se encargó por el Concello de la ciudad a la Universidad. Lo tremendo no ha sido el encargo en sí, que ya merecería por sí mismo que le pusieran su nombre a una calle, sino que además sus resultados se han públicos aunque desgraciadamente fuera de la programación oficial del próximo Xacobeo.
El estudio tiene perlas como para surtir a una legión de Cármenes Polo, refiriéndose a los participantes en el botellón como “USUARIOS DE LA NOCHE” para concluir como principal titular que en Santiago el botellón es “tranquilo y relajado” y los excesos son solo una percepción nuestra en lo que igualmente llama la “vida recreativa” de sus integrantes, lo que hace necesario una tarea adecuada para poder trasladarles “valores cívicos, comunitarios y personales”. No queda ahí la cosa ya que se ha destacado que para paliar el ruido se ha conseguido desplazar las concentraciones unos metros más allá.
Pero también presentan algunos aspectos negativos como los llamados “brotes de incivismo” que incluyen tanto peleas como el orinarse (¿?), lo que hace necesaria una campaña de información y educación para jóvenes, padres y usted también, población en general se dice, orientado a que los que participan en el botellón se diviertan de forma sana y ¡SIN ALCOHOL!, ya que otro de los efectos analizados es el agilipollamiento en que caen esos ‘usuarios de la noche’ a causa del exceso de bebida. Eso… ¿cómo se llamaba? ¿emborracharse como cubas?
Pues así está la cosa. Puede uno imaginarse la presentación de este estudio a los intervinientes enternecidos apunto de la lágrima por lo bueno que son los muchachos del botellón, a los que deberíamos saludar y lanzar pétalos de flores cuando marchan a “usar de la noche”, acompañándolos con sones de violines y que las madres les muestren a sus bebes para que los bendigan.
Eso sí, dicen en el Concello, si la cosa se pone chunga habría que ir pensando en pensar que habría pensar en ir pensando cómo pensar en endurecer las normas antibotellón.
Una de las últimas manifestaciones de esta variedad del guaysmo tuvo lugar en la presentación de las conclusiones que sobre el botellón en Santiago se encargó por el Concello de la ciudad a la Universidad. Lo tremendo no ha sido el encargo en sí, que ya merecería por sí mismo que le pusieran su nombre a una calle, sino que además sus resultados se han públicos aunque desgraciadamente fuera de la programación oficial del próximo Xacobeo.
El estudio tiene perlas como para surtir a una legión de Cármenes Polo, refiriéndose a los participantes en el botellón como “USUARIOS DE LA NOCHE” para concluir como principal titular que en Santiago el botellón es “tranquilo y relajado” y los excesos son solo una percepción nuestra en lo que igualmente llama la “vida recreativa” de sus integrantes, lo que hace necesario una tarea adecuada para poder trasladarles “valores cívicos, comunitarios y personales”. No queda ahí la cosa ya que se ha destacado que para paliar el ruido se ha conseguido desplazar las concentraciones unos metros más allá.
Pero también presentan algunos aspectos negativos como los llamados “brotes de incivismo” que incluyen tanto peleas como el orinarse (¿?), lo que hace necesaria una campaña de información y educación para jóvenes, padres y usted también, población en general se dice, orientado a que los que participan en el botellón se diviertan de forma sana y ¡SIN ALCOHOL!, ya que otro de los efectos analizados es el agilipollamiento en que caen esos ‘usuarios de la noche’ a causa del exceso de bebida. Eso… ¿cómo se llamaba? ¿emborracharse como cubas?
Pues así está la cosa. Puede uno imaginarse la presentación de este estudio a los intervinientes enternecidos apunto de la lágrima por lo bueno que son los muchachos del botellón, a los que deberíamos saludar y lanzar pétalos de flores cuando marchan a “usar de la noche”, acompañándolos con sones de violines y que las madres les muestren a sus bebes para que los bendigan.
Eso sí, dicen en el Concello, si la cosa se pone chunga habría que ir pensando en pensar que habría pensar en ir pensando cómo pensar en endurecer las normas antibotellón.
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