Porque como se ve en la foto, colocada aprovechando que Teddy Bautista anda indispuesto, finalmente se constituyó el Concello, se votó y Compostela ya tiene nuevo alcalde, el popular Gerardo Conde Roa. Cualquiera que presenciase el acto, en directo o diferido, habrá sacado al menos dos conclusiones: que el aburrimiento no conoce límites y que existen peregrinos armenios. Lo demás, la carga, el alcance, el significado, la trascendencia, la importancia o no del asunto en su vertiente política, mejor se lo dejamos a quienes entiendan de ello, aquí somos mas limitados en nuestras aspiraciones, como ya habrá comprobado. No faltarán quienes hablen de emociones, suspiros, lágrimas contenidas en versos de caras que eran un poema, tropezones de tacón, tacos mascullados, nombres alterados y nerviosismo, mucho nerviosismo entre quienes se pellizcaban incrédulos y quienes pellizcaban el ojo ajeno en la distancia.
Así con todo, cualquier observador imparcial pudo comprobar que, como afirmaba el pensador, lo que la Naturaleza no da, ni Fonseca ni El Corte Inglés lo presta. ¿Qué ha pasado para que las concejalas del Pp, con sus pintas, consiguieran que la solemne investidura se pareciera a un acto de fin de curso, con entrega de diplomas, del Colegio Peleteiro? ¿Qué les llevó a presentarse, mejor sin nombres, ataviadas como madrinas catetas pero ricas de una boda de pueblo, con vestidos inapropiados que decían ‘no, no tengo complejos’, o con vaqueros y camiseta con un regusto a desgana cercana al desdén ciudadano, o como hermanas salesianas, o como tía segunda en una primera comunión? En esto, pocos podrán negarlo, las concejalas socialistas en esta ocasión han sabido estar infinitamente más a la altura. Ahora, si quieren, digan que las apariencias no son lo importante o que la belleza está en el interior, pero lo cierto es que mientras no nos dejen ver ese interior hemos de seguir pensando que lo exterior, hortera, pueblerino o monacal, no es sino reflejo (sic) del interior. Y sobre todo porque el pueblo, esos señores de los que volverán a acordarse dentro de cuatro años cuando los necesiten, exigen un saber estar en cada momento acorde con las circunstancias. María Castelao, María Pardo, Paula Prado y, en fin, Reyes Leis, voluntariamente o no, dieron a la investidura un aire de after hour particular que contrastaba con la sobriedad y hasta buen gusto exigible de Marta Álvarez-Santullano, hasta ahora la Rubalcaba de Raxoi, Mercedes Rosón a la que envuelve ahora una extraña sombra como de esas sombras que provocan lo sueños, o la debutante con el aromático encanto de la intriga que proporcionan las primeras veces, Marisa del Río. Uno a cero patatero en el primer día y la extraña sensación de que las nuevas mandatarias aún no saben dónde están ni para qué han venido. Por cierto ¿pudo usted ver cuál de todas las concejalas citadas iba sin ropa interior abajo?
Poco más quedaba por hacer en el acto, el día no daba más de sí ni de no, y ahí tuvimos que dejarlo. Parabienes, besamanos, sonrisas con calzador, apretones de manos y hombros, mucha, mucha gente que ahora necesita ser vista asomándose sonriente. Hay que ser muy vasco para decir lo que dijo Odón Olorza para calificar a la política cuando tuvo que dejarlo: ya no tendré que lamer más cú.
Ya seguiremos en otra ocasión, en la próxima entrega habrá más pero peor. Unos a gobernar, los demás a trabajar.
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