Se veía venir. A los pocos días de anunciar su corta marcha Sánchez Bugallo y de que Paula Prado susurrara que podría no quedarse, era cuestión de tiempo, apenas horas, que Esperanza Aguirre también acabara anunciando su dimisión. Podría ser casualidad, pero en política no existe casualidad salvo en la contratación involuntaria y casual de amiguetes.
Sánchez Bugallo se marcha por el bien de Santiago, entiéndase, para luchar por ella en el Parlamento, como todos, luchar por la ciudad narcotizada, anestesiada, sin alma que crece por días al tiempo que se despuebla por horas a pisos agigantados, el alcaldón que se presentó a alcalde y al no ser elegido se marcha a otra cosa dejando su cargo municipal “porque se le queda pequeño”, pobriño, al decir de hagiógrafos asalariados y bolsillos agradecidos, pero yéndose e importándole bien poco el mandato recibido, o alcalde o nada.
Paula Prado, decíamos, ya está eligiendo maleta porque Feijóo la quiere más tiempo en el Parlamento, una forma de decir que a pesar de diputada electa no se le ve el pelo por allí, y es que en lógica contable cobrar lo mismo si vas como si no vas pues no hay color, así que deja Raxoi, se dice, que Currás no quiere ni bipartito ni dobletes que es una forma de decir que por el Concello se la veía demasiado, y se va con fama de ser trabajadora y el enigma de ser alguien que no se sabe lo que piensa con lo que difícil que es creer a alguien que no se sabe en qué cree. Pero se va, dicen.
Como se va, en fin, Esperanza Aguirre, y hace bien porque de puro liberal nadie la ha comprendido, especialmente quienes se autoproclaman sus seguidores que lejos de entenderla la han distorsionado hasta la ridiculez de lo que ella era. Era liberal, sí, la última liberal y posiblemente la única, y todos cuantos la siguen representan lo opuesto a su liberalismo, que Aguirre siempre creyó en un Estado y una sociedad liberal y sus seguidores, en cambio, en una sociedad y un Estado al servicio del liberalismo, que es cosa bien distinta, el día y la noche pero perfecto para sus intereses económicos y políticos porque entendían que la libertad y liberalismo está pensado solo para ellos y el resto del personal está a su servicio, esto es, una oligarquía en toda regla al estilo ruso actual, curioso paralelismo, articulado como lo ha hecho Putin y los hijos de Putin, liberalismo solo para ellos, para unos pocos, todo lo contrario de lo que ella siempre ha buscado. Pobre Aguirre, con seguidores y admiradores como los tuyos, quién necesita enemigos.
Allá van, los tres, tan dimitidos que provocan ternura. ¿Y quién será el próximo en abandonar la vida pública? Pues siguiendo el orden lógico de las cosas, Zapatones, ¿alguien lo duda?
Pero antes, ¿será cierto que Paulo Prado será conselleira con Feijóo?
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