Por Sylvia Vaamonde
Celebramos que a Alfredo Conde le guste la novela del juez Vázquez Taín. Lo celebramos porque, realmente, no tenemos motivos para no hacerlo, ni nos importa hacerlo o no. Afirma que es buena y la recomienda. Admitamos que no todo el mundo puede hacer tan avainilladas afirmaciones en el mismo periódico que va a condecorar al editor del libro con uno de sus premios de reconocimiento social. Santiago es así de primitiva para esas cosas.
Esa es la razón por la que sí criticamos la salida de
prisión del cachondo electricista el mismo día en que su señoría presentaba en
sociedad su novela, porque le restó algo de brillo y pasó de noticia a rumor. Diez
años dice que tardó en elaborar su libro, diez años porque había que investigar
mucho, que pensará alguno que después de diez años por esperar unos días, hasta unos meses, no hubiera pasado nada,
vocacionalmente hablando, que editorialmente no lo sabemos. Lo cierto es que el
magistrado no quería que Castiñeiras saliera de la cárcel, al menos el día de
su puesta de corto como escritor, sino que fue la Audiencia Provincial la que revocó
su resolución como quien rechaza una corrección de linotipia. Salió, sí, y había
más periodistas a las puertas del penal que en el interior del Hostal, con lo
que llovía.
Pero lo importante no es eso sino que habló, habló y habló, y
lo hizo a la cámara. Y volvió a negar con una frase:
“¿Oportunismo? No, necesidad”.
Necesidad, explicó, porque este año se celebra el 1.200
aniversario del descubrimiento de la tumba del Apóstol. Así que no se ha
publicado la novela por ser el juez instructor del asunto, sino por el
aniversario jacobeo. Que también hay quien piensa que esa excusa es de lo más
oportuna. Y es que los recortes a los funcionarios disparan la imaginación
creativa. ¿Qué pasaría si hubiera dicho que sí, que es oportunista, y que qué
pasa, y que si cualquiera no hubiera hecho lo mismo? Que tampoco hubiera pasado
nada, nadie se hubiera escandalizado, nadie hubiera hecho tanto chiste con el
tema, y que le habrían reconocido su valor si tal hubiera sido el caso, que no
lo sabemos.
Así que el juzgador ha podido decir alto y poco claro que
con su vocación literaria no se juega, ha podido tener todos los medios de
comunicación a su servicio y contar con el apoyo de la plácida y siempre
dispuesta a aplaudir sociedad compostelana para poder decir con la boca llena
que no es un oportunista.
Él lo puede decir, tiene todos los micrófonos abiertos. No
es oportunista.
Pero si por alguna razón usted piensa lo contrario, entonces
sepa que usted vulgariza su trabajo.
Es, digamos, la ecuanimidad en estado de gracia y
puntillitas. Él sí puede opinar lo que quiera sobre el oportunismo de una
novela; usted no porque sería vulgarizar quince años de trabajo judicial.
De manera que como no está en nuestros planes ser acusadas
de vulgarizar nada, confiamos que, en efecto, la novela sea buena, tenga mejor
acogida y se venda muy bien, tanto que nos haga olvidar la imagen del ladrón
saliendo de la cárcel mientras se empezaba a hacer caja con el libro.
Por
nuestra parte, ajenas a estas historias, mejor nos reservamos la opinión sobre
lo que pensamos cuando alguien pretende tomarnos por tontos.
¿Acabarán exponiendo la novela al lado del Códice? Tiempo, tiempo...
Enlaces relacionados:
*Las extrañas veleidades literarias del juez Vázquez Taín
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