Por Picheleira
Es la Luna que se salta tres, siete veces para atraer los
meigallos que a espantarlos no nos atrevemos, anaranjada del reflejo del fuego
y del agua y las risas, que cruje como el pisar de la hierba mojada, Luna sin
esquinas, de las sombras y los asombros que se recogen entre sus hierbas,
alfombra en el agua, huellas que se llenan de cada tú, reflejos que aroman las
hojas de los robles y el milagro del pan y las sardinas, Luna tras la que
se esconden a la noche los pájaros y las princesas que se desatan las coletas,
Luna con flequillo de San Xoan y lomo plateado como de xoubiña, grande como un
anillo de compromiso en la mano de los cielos, que abreva y da forma a la llama
cuidando de que no caigamos si no es a tu lado, Luna que nos llena bolsillos y
hatillos, que repone las lágrimas y nos cubre con su embozo y nos arrulla, Luna
que nos hace ser sus sombras, sus pasos y tus manos en prados que huelen a su luna
recién segada, que nos susurra lo que hemos de callar para, al fin, sentarnos y
volviendo la vista atrás quedar convertidos en estatuas de azúcar.
Luna de San Juan que antes fue de júas, luna grande que es almohada para la noche
donde dejar debajo a la mañana los camisones y los suspiros, Luna que cabe en todo un
cuerpo que tiene tu forma, Luna que es cereza de plata.

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