Por Ana Ulla
Que Martiño Noriega haya contratado, ¡y pagado!, a la
empresa de su señora con dinero público es algo a lo que ni Gerardo El Breve se
atrevió. Debe ser lo que en el argot de la unidad popular se llama ‘redistribución
de la riqueza’ o ‘economía participativa’ o vaya usted a saber el nombre que se
emplee para las próximas elecciones. Pero la esencia es la misma: dinero de
todos para unos cuantos, los llamados ‘los mismos’, pero no los mismos de antes,
sino los mimos de siempre, que son los mismos de ayer pero en ahora. Y eso que a Conde Roa no se le conocía ninguna
sobrina profesora en Barcelona ni asociación benemérita, de las de las paces y
los desarmes, que se auto otorgase subvenciones.
Y es que más allá de signos, olvidamos con frecuencia dos
aspectos del bajo mandatario compostelaní que, sin embargo, ayudan a comprender
la oquedad que atesora entre hemistiquios y alejandrinos. Primero, que nada más
lógico que la persona más capacitada para ser alcalde de Santiago sea el
alcalde de Teo. Y segundo, que el mismo haya declarado públicamente que las
necesidades sociales de la gente se atenderán discriminando previamente según
las creencias y la ideología política de la persona necesitada. Con estos parámetros,
todo lo demás encuentra explicación. Como síntoma.
Porque después de desbrozadas las cunetas y montados los
conciertos, en Santiago, al contrario que en Teo, todavía queda mucho por
hacer. Problemas, se entiende, como cuestiones que no son de ahora, ni de hace
uno o cinco años, sino a veces más aún. Problemas que existían a la llegada de
quien dijo que no quería ser alcalde de Santiago. Pues bien, lo cierto es que
ahora es alcalde, por lo que esos problemas se convierten en suyos, algo a lo
que parece no estar dispuesto. No se siente responsable de los problemas que ya
existían a su llegada, pero sí de los parabienes, que mire usted qué salao que
es. Y lo dice, y lo repite como un soniquete, día tras día.
¡Pues claro que los ciudadanos conocíamos esos problemas
antes de ser elegido alcalde! ¿O acaso no comprende que se le eligió
precisamente para que los solucionara? Es algo que resulta tan evidente que
provoca la risa. Si sacaron a un alcalde para ponerle a él fue para que
arreglara esos problemas. Parece fácil de entender, ¿verdad? Pues no, él no lo
entiende. Lo suyo es sacar su espada de madera y lanzarse a derribar molinos.
¿O es que tal vez aceptó el cargo al ser
elegido pero haciendo un beneficio de inventario sobre cuáles eran los
problemas que aceptaba admitir para solucionar, y cuáles no? Pues de ser así,
como está dando a entender, mal caminamos, amigo Sancho.
Y como síndrome que vengan Las Supercicutas, esas guardianas
de la moralidad pública, la cultura de enaguas y los minuetos y nos expliquen a
gritos su silencio. ¿Tanto es lo prometido? Recordamos a una aspirante a
emperatriz compostelana que ponía el gritito en el cielo porque el Concello
quería cobrar un euro por escuchar a la Banda Municipal y ahora calla como una
tal ante las extraterrestres explicaciones de su mentolado mentor. ¿Tanto le ha
prometido, insistimos?
¡Claro que los ciudadanos conocíamos los problemas de
Santiago antes de la llegada de este nuevo mesías! Es él quien olvida que fue
elegido, precisamente, para solucionarlos. O intentarlo aunque se equivoque.
Porque si se sigue limitando a decir que son problemas heredados de los que no
se siente responsable directo para justificarse, lo mejor es que coja sus
bártulos, los libros de su señora, y diga de una vez que lo suyo es la Xunta. Admitimos
que los problemas de la Banda sean problemas legales. De ahí a no hacer nada
media un abismo que ni mil trolleos serán capaces de llenar ni como signo,
síntoma o síndrome.
Que no olvide el Alcalde las ínfulas poéticas del emperador
Nerón…
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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