martes, 12 de abril de 2016

Signo, Síntoma y Síndrome del Sinsentido

Por Ana Ulla

Que Martiño Noriega haya contratado, ¡y pagado!, a la empresa de su señora con dinero público es algo a lo que ni Gerardo El Breve se atrevió. Debe ser lo que en el argot de la unidad popular se llama ‘redistribución de la riqueza’ o ‘economía participativa’ o vaya usted a saber el nombre que se emplee para las próximas elecciones. Pero la esencia es la misma: dinero de todos para unos cuantos, los llamados ‘los mismos’, pero no los mismos de antes, sino los mimos de siempre, que son los mismos de ayer pero en ahora. Y eso que a Conde Roa no se le conocía ninguna sobrina profesora en Barcelona ni asociación benemérita, de las de las paces y los desarmes, que se auto otorgase subvenciones.

Y es que más allá de signos, olvidamos con frecuencia dos aspectos del bajo mandatario compostelaní que, sin embargo, ayudan a comprender la oquedad que atesora entre hemistiquios y alejandrinos. Primero, que nada más lógico que la persona más capacitada para ser alcalde de Santiago sea el alcalde de Teo. Y segundo, que el mismo haya declarado públicamente que las necesidades sociales de la gente se atenderán discriminando previamente según las creencias y la ideología política de la persona necesitada. Con estos parámetros, todo lo demás encuentra explicación. Como síntoma.

Porque después de desbrozadas las cunetas y montados los conciertos, en Santiago, al contrario que en Teo, todavía queda mucho por hacer. Problemas, se entiende, como cuestiones que no son de ahora, ni de hace uno o cinco años, sino a veces más aún. Problemas que existían a la llegada de quien dijo que no quería ser alcalde de Santiago. Pues bien, lo cierto es que ahora es alcalde, por lo que esos problemas se convierten en suyos, algo a lo que parece no estar dispuesto. No se siente responsable de los problemas que ya existían a su llegada, pero sí de los parabienes, que mire usted qué salao que es. Y lo dice, y lo repite como un soniquete, día tras día.

¡Pues claro que los ciudadanos conocíamos esos problemas antes de ser elegido alcalde! ¿O acaso no comprende que se le eligió precisamente para que los solucionara? Es algo que resulta tan evidente que provoca la risa. Si sacaron a un alcalde para ponerle a él fue para que arreglara esos problemas. Parece fácil de entender, ¿verdad? Pues no, él no lo entiende. Lo suyo es sacar su espada de madera y lanzarse a derribar molinos. ¿O es que tal vez aceptó el cargo al ser  elegido pero haciendo un beneficio de inventario sobre cuáles eran los problemas que aceptaba admitir para solucionar, y cuáles no? Pues de ser así, como está dando a entender, mal caminamos, amigo Sancho.

Y como síndrome que vengan Las Supercicutas, esas guardianas de la moralidad pública, la cultura de enaguas y los minuetos y nos expliquen a gritos su silencio. ¿Tanto es lo prometido? Recordamos a una aspirante a emperatriz compostelana que ponía el gritito en el cielo porque el Concello quería cobrar un euro por escuchar a la Banda Municipal y ahora calla como una tal ante las extraterrestres explicaciones de su mentolado mentor. ¿Tanto le ha prometido, insistimos?

¡Claro que los ciudadanos conocíamos los problemas de Santiago antes de la llegada de este nuevo mesías! Es él quien olvida que fue elegido, precisamente, para solucionarlos. O intentarlo aunque se equivoque. Porque si se sigue limitando a decir que son problemas heredados de los que no se siente responsable directo para justificarse, lo mejor es que coja sus bártulos, los libros de su señora, y diga de una vez que lo suyo es la Xunta. Admitimos que los problemas de la Banda sean problemas legales. De ahí a no hacer nada media un abismo que ni mil trolleos serán capaces de llenar ni como signo, síntoma o síndrome.


Que no olvide el Alcalde las ínfulas poéticas del emperador Nerón

Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com

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