Publicado en SANTIAGOSIETE el 20 de Abril de 2007
Uno de los paisajes más característicos de la Compostela de nuestros días es el runrún de quejas del comerciante minorista, doliente por el maltrato a que, aseguran, le somete la autoridad más o menos competente. Días pasados oíamos hablar de desprotección, del sentirse ignorados, preteridos ante la pujanza de nuevas grandes superficies.
Imaginemos al responsable del ramo encogiéndose de hombros y diciendo”allá estos, que se actualicen y modernicen…”, por ejemplo. Y al comerciante respondiendo cariacontecido “reto a que me traiga un solo turista que venga a Santiago para visitar grandes almacenes”, por decir algo. Cada uno lleva su parte de razón, más iva. Y sin turista, las grandes superficies se quedarán así, demasiado grandes para tan pocos. Y los pequeños, más pequeños para algo tan grande como esta ciudad.
Y es que limitar nuevas aperturas de grandes tiendas sería empequeñecerse, y maltratar al pequeño comerciante sería una falta demasiado grande. El visitante busca la monumentalidad de Compostela, y el compostelano la comodidad en la compra. A cada uno lo suyo y sin propina. ¿Incompatibilidad? ¿Nuevos tiempos? ¿De todo un poco?
Al final, el cliente siempre tiene la razón.
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