De Zapatos Y Zocas

Publicado en SANTIAGOSIETE el 19 de Diciembre de 2008

Lo peor del fallido lanzamiento de zapatos a Bush fue el mal ambiente creado, ese tufillo a descortesía en la zona desacordonada, la fetidez descalza que quedó en el aire provocado por el enfado de un periodista que acusaba así a América de estar poniéndose las botas en Irak, una especie de censura pero al estilo zapatero (de los remendones, claro). Episodios como este pueden encontrarse a patadas en escenarios bananeros pero sería muy peligroso que se dieran en Galicia por la conocida contundencia que tienen las zocas para hacer entrar en razón a cualquiera, y especialmente en la semana en que se votan los presupuestos y se rebotan con ellos algunos diputados en disputa autonómica por los escaños pendientes de la prueba de paternidad. Una vez más, como en el juego de la silla, cuando cese la música el que quede en pie sin escaño habrá muerto, políticamente, con los votos puestos. Son las cosas propias de los finales de legislaturas y en estos ocasos, tal vez porque estemos en época de matanza, el Parlamento se ha lanzado a aprobar leyes contrarreloj y contra pronóstico a toda velocidad, como una máquina de hacer chorizos.

Pero nada hay que temer por estas latitudes porque en Galicia no habrá censura mientras mala parte de los medios sigan dependiendo de los cuartos públicos, que ya habrá tiempo para la subversión mientras haya subvención. A fin de cuentas fue el propio Valedor do Pobo el que informó sobre la falta de pluralidad en la televisión gallega, dando así un tirón de orejas a los que se hacían los sordos en este tema, pluralidad que ahora se intenta lograr aumentando el número de miembros del gobierno autonómico que aparecen en la pequeña pantalla para que no sea siempre el mismo. Algo así como el ordeno y mando a distancia, aunque tampoco será tanto como para creerse el rumor de que Anxo Quintana o el bipartito tengan un programa propio en la televisión pública gallega, lo que ocurre es que los informativos son así de generosos con el vicepresidente y sus socios. Y es que en el monte ya no se cabe de tanta cabra como tira a él.