domingo, 19 de octubre de 2008

Del Hartismo


Hace unos días pudimos asistir en la siempre bulliciosa Compostela, entre asombrados y carcajeantes, al nacimiento sin epidural de un nuevo movimiento artístico, crítico y jocoso, que ha dado en autobautizarse “Hartismo”. En la presentación oficial de la criatura sus padrinos vinieron a decir con bastante arte que ha llegado el momento de denunciar que no todo lo que se considera artístico es tal, que hay mucho engaño en los catálogos y que, en definitiva, debemos recuperar la sensatez en materia de lienzos y cinceles. Un movimiento que tememos sea de efímera existencia si lo que pretende combatir es la idiotez social a la moda. Pero quién sabe.
Es muy posible que estos señores no se hayan comido en su vida un colín en el circuito del arte a fuerza de pretender trabajar con seriedad y rigor y, en su resentimiento, arremetan contra el vanguardismo, la innovación y la osadía que en forma de lata con caca (sic) o bolsas de basura (más sic aún) copan galerías y exposiciones. Puede que así sea, pero hasta donde alcanza la vista creo que tenemos que estar de acuerdo con estos Hartistas que gozan de nuestra comprensión y simpatía si es que la intuición del ser humano tiene alguna valía en estos tiempos que corren azuzados por la memez. Una intuición artística de la que, se diga lo que se diga, todos participamos con más o menos acierto pero que somos capaces de reconocer allá donde se encuentre.
Por supuesto que nadie debiera tener una concepción estática del arte, atrofiada y oficialista, pues pobre sociedad la que pueda pensar que ha tocado techo, o fondo, en sus manifestaciones artísticas. Pero resulta incomprensible para la mayoría que en un tiempo en que sobreabundan los medios técnicos y el conocimiento tengamos que conformarnos con llamar arte a algo simplemente por el hecho de que pueda ser objeto de compraventa en el mercado, incluido el de ganado bovino. Por eso nada más acertado que hacer referencia en su manifiesto al engorroso asunto del impertinente niño gritando que el emperador iba desnudo…
Y sin embargo, estos tipos del Hartismos, con parecer simpáticos, no han hecho más que entreabrir la caja de los truenos, no sabemos si mucho o poco o por cuanto tiempo, ya que con su postura simplemente ponen sobre la paleta el hecho de que existen cosas objetivamente bonitas y feas, bien hechas o chapuceras, con la sensibilidad de un alma fina o de un glúteo mórbido, que hay cosas que nos gustan y otras que por fin podremos llamar feas de carallo sin que se nos mire como a marcianos trasnochados. Puede que Velázquez, Picasso o cualquier “clásico” no sean la culminación de un arte en continua evolución, pero pretender que comulguemos con ruedas de molino o hierros retorcidos nos provoca malas digestiones. Ya sabe, si usted quiere ver su obra publicada o expuesta limítese a escribirla o pintarla, por ejemplo en gallego o con temática antiespañola, para que vea la luz, nadie le preguntará de qué trata ni espere que nadie la lea, pero qué gusto da.
La presentación, en fin, acabó con una portentosa performance de tortillas a dos carrillos, y para eso hacen falta moitos ovos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, la performance estaba rica, aunque en el cuento casi me duermo. En fin, no se cuanto durará, ni si se pasan un poco de frenada, pero al menos han dado un buen grito, y eso está bien.

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