Gloria Lago pertenece a ese tipo de mujeres que no pertenecen a ningún tipo de mujeres. Tal vez por eso nos gusta verla con la inasible belleza encontrada de las causas perdidas, la de adictos a una heroína de trincheras estériles, bandera de seda de una batalla inútil de antemano porque quiso combatir a la necedad.
Es el alma olívica que tiene como cara el espejo en que se refleja la nadería de todos los donnadies que gritan en cualquier idioma, una mirada griega de perfil con los atributos de la troyana Kasandra a la que unos le hacen oídos sordos y otros los ojos fiesta, esos con los que sonríe con los brazos abiertos de par a impar. Gallega de modernidad y sentidiños por lo visto y oído, lo gustado y olido, y así casi estamos, el campo donde poner una puerta por la que entren y salgan los sentidos comunes a bordo de dos carretas, y en los días de viento dibujarle petroglifos con los cabellos.
Difícil tarea la que un día se echó sobre sus hombres de mármol porque tan imposible es dibujar el viento como explicar lo evidente o un mal verso, y sin embargo seguiremos prefiriendo su carmín a cualquier graffiti.
Seríamos, en fin, capaces de inventar una nueva lengua con tal de seguir viéndola al frente y de perfil de cualquier otra manifestación, porque podríamos vivir con pena pero no sin Gloria.
2 comentarios:
Señora fina y elegante
Y si se dedicara a impartir mejor sus calses mejor le iría a nuestros hijos
Publicar un comentario