Qué grande ha sido la desilusión al comprobar que, a pesar de las manifestaciones que se celebraron en Galicia exigiendo, sí exigiendo, la reforma del orden económico internacional y el castigo al capitalismo, esta mañana todo sigue igual. Pudo ser la hora, ya caída la noche, olvidando que para entonces los líderes mundiales que siguen el horario europeo ya están en pijama con los dientes lavados. O puede ser que aún nadie se atreva a mover un dedo hasta escuchar las palabras de Zapatero en Washington y con su resultado se verá, estando el mundo como está conteniendo la respiración ante la intervención de este convidando de piedra, aunque pómez.
Sea como fuere, está siendo una peculiar corriente del nacionalismo galaico la que se presenta más que como bandera como banderín de enganche de la juventud descontenta y con razón. Pero olvidan estos descontentos que en la administración no puede subvenciones ni despachitos para todos, si acaso mojitos, que aunque grande y libre el bipartito es solo uno y no trino. En la manifestación de Santiago, sin ir más lejos, se escucharon consignas de contenido mercantilistas junto con otras de reivindicación independentista y otras más confusas, y es que este nacionalismo no pierde oportunidad de hacer campaña y cuando la cosa se pone fea económicamente hablando basta con tirar de manual años setenta para al socaire de purgar al capitalismo arañar unos votos para la causa. Ya veremos la de quién.
No en vano está anunciada en Compostela una próxima charla o conferencia de Anxo Quintana, ese producto interior bruto, en la que tratará de las repercusiones de esta crisis y en la que propone, según rezan los carteles repartidos por la ciudad, que la solución a todo esto pasa por un mayor autogobierno. Uno, que ya había conseguido aprender a mezclar con no poco esfuerzo churras y merinas, ha de confesar que con esto ya no puede. Podemos entender aplicando la intuición a qué pueda referirse el señor Quintana, pero olvida, o no, que está hablando del dinero que llega a Galicia desde el resto de España, dinero que no es suyo y dinero del que como nadie le va a preguntar pues tampoco tiene pensado responder.
Eso sí, en los carteles del acto puede verse, muy gráficamente, una señal de tráfico de las de dirección obligatoria a la izquierda. ¿Estará pensando en Cuba?
Sea como fuere, está siendo una peculiar corriente del nacionalismo galaico la que se presenta más que como bandera como banderín de enganche de la juventud descontenta y con razón. Pero olvidan estos descontentos que en la administración no puede subvenciones ni despachitos para todos, si acaso mojitos, que aunque grande y libre el bipartito es solo uno y no trino. En la manifestación de Santiago, sin ir más lejos, se escucharon consignas de contenido mercantilistas junto con otras de reivindicación independentista y otras más confusas, y es que este nacionalismo no pierde oportunidad de hacer campaña y cuando la cosa se pone fea económicamente hablando basta con tirar de manual años setenta para al socaire de purgar al capitalismo arañar unos votos para la causa. Ya veremos la de quién.
No en vano está anunciada en Compostela una próxima charla o conferencia de Anxo Quintana, ese producto interior bruto, en la que tratará de las repercusiones de esta crisis y en la que propone, según rezan los carteles repartidos por la ciudad, que la solución a todo esto pasa por un mayor autogobierno. Uno, que ya había conseguido aprender a mezclar con no poco esfuerzo churras y merinas, ha de confesar que con esto ya no puede. Podemos entender aplicando la intuición a qué pueda referirse el señor Quintana, pero olvida, o no, que está hablando del dinero que llega a Galicia desde el resto de España, dinero que no es suyo y dinero del que como nadie le va a preguntar pues tampoco tiene pensado responder.
Eso sí, en los carteles del acto puede verse, muy gráficamente, una señal de tráfico de las de dirección obligatoria a la izquierda. ¿Estará pensando en Cuba?
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